jueves, 31 de mayo de 2007

Buena literatura, sin más

No sé muy bien si se ha puesto de actualidad el debate sobre los bestsellers y su calidad literaria pero, curiosamente, tras la entrada que publiqué el 24 de mayo, he tenido oportunidad de leer dos interesantes artículos sobre el tema:

-“Muchos lectores, mala prensa” de Julia Navarro; y

-“Sobre los best sellers” de Sergio Fernández.

Os recomiendo que los leáis. El segundo es un comentario crítico sobre el primero. Las opiniones de ambos autores realmente son bastante coincidentes, aunque con algunos matices.

La opinión de Julia Navarro (escritora de libros de gran éxito como “La Biblia de barro” o “La hermandad de la Sábana Santa”) se puede resumir en que, a pesar de la mala prensa que suelen tener los super-ventas, entre ellos también existen obras que tienen realmente buena calidad literaria. Creo que tiene toda razón, es algo innegable. Para ello pone variados ejemplos, como “Sinuhé el egipcio”, “No digas que fue un sueño”, “Chacal”, “Memorias de Adriano”, “Yo, Claudio”, etc.

Pero, como pone de relieve Sergio Fernández, hay dos tipos de best-sellers:


1º. Aquellos libros que fueron concebidos desde un principio para ser super-ventas, en cuyo caso la calidad literaria queda completamente supeditada a unos esquemas de márketing que acuden a temas recurrentes. Pueden ser buenos libros pero digamos “que lo tienen más difícil”.

2º. Aquellos escritos que no nacieron con ambición de ser reeditados mes a mes (lo que no quiere decir que el autor lo escriba con intención de que sea poco leído) y que, por el boca a boca, terminan convirtiéndose en éxitos incontestables.


En mi opinión, no cabe duda de que hay muchas menos posibilidades de encontrar obras literarias de calidad en el primer grupo que en el segundo ya que, obviamente, estos últimos no han visto coartada su creatividad por ningún tipo de corsé temático o estilístico.

Curiosamente, para rizar un poco más el rizo, tenemos el célebre pensamiento de Cervantes, que consideraba que su mejor obra había sido “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, a pesar de haber tenido un discreto éxito. En ella, el autor alcalaíno se esmeró sobremanera, intentando que fuese la novela perfecta, rigiéndose por los cánones estrictos de la llamada “novela bizantina”. En este caso, los rígidos esquemas se los impuso D. Miguel por convicciones propias de cómo debía ser una buena novela y no por razones comerciales (que, dicho sea de paso, teniendo en cuenta la desdichada vida del autor, tiene más mérito si cabe que tuviese como prioridad la excelencia literaria que el beneficio económico). Sin embargo, como dice Julia Navarro al hablar de los best-sellers, “los lectores son los que tienen la última palabra, más allá de los críticos y de la publicidad”, y los lectores le “quitaron la razón” al propio Cervantes. “El Quijote” se convirtió en un éxito incontestable, especialmente porque era una obra fresca, libre de ataduras, convenciones y rigores formales.


Por último, comparto plenamente la reflexión de Julia Navarro: “el máximo "rendimiento" de la lectura de los clásicos, de las grandes obras, lo obtiene quien sabe alternarla con la lectura de actualidad”. Aunque obvia que, en la mayoría de los casos, los lectores suelen quedarse en la lectura del best-seller. Y si la lectura produce “simple” entretenimiento “no es poco”. Pero la lectura ha de ser (al menos tenemos que intentarlo) mucho más, reflexión, debate, que ponga en cuestión los esquemas propios, que remueva las conciencias, etc.

Continuando en este sentido y para terminar, os dejo la siguiente cita de Franz Kafka: “Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?... Un libro tiene que ser el hacha que rompa nuestra mar congelada”. Sin duda, contundente, no deja indiferente a nadie.


Un saludo cordial.

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