lunes, 26 de abril de 2010

Problemas crecientes para acceder a la información científica

Es conocido que el ámbito de la literatura científica ha estado siempre sujeto a fuertes tensiones entre los proveedores de bases de datos y revistas académicas y de investigación. La llegada de los formatos electrónicos propició una mayor concentración del negocio en unas pocos proveedores. La crisis económica no parece haber sido razón suficiente para que se modere el precio a pagar por el acceso a las publicaciones científicas.

Lo que realmente ha provocado es que las artimañas de los proveedores para mantener sus cuentas de resultados sean cada vez más restrictivas. Un ejemplo de ello nos lo ofrece Meredith Farkas con lo que ha hecho EBSCO con The Journal of Military History. Y no es otra cosa que la adquisición de los derechos exclusivos. De modo que los otros proveedores (MUSE, JSTOR y ProQuest) y, consecuentemente, las instituciones que tienen contratadas bases de datos con ellas, se han quedado sin acceso a los nuevos números de dicha revista.

Resumiendo mucho, cualquier institución que quiera tener acceso a dicha publicación tendrá que adquirir una base de datos con revistas de una calidad e interés muy inferior (es decir, colocar mucha morralla). The Journal of Military History es una importante publicación a la que no pueden perder el acceso múltiples instituciones como el organismo de investigación de Meredith. Sin duda, se trata de una jugada maestra de EBSCO. Meredith, como la mayoría de los usuarios, lo pueden considerar una extorsión por parte de EBSCO.

Como bien señala Meredith, EBSCO sabe que con esto aumentará su clientela, ya que obliga a muchas instituciones a comprar sus productos (si no no tendrán acceso a muchas publicaciones que necesitan). Al mismo tiempo, va a conseguir que sea el proveedor más odiado por el mundo bibliotecario. Pero más allá de cariños, estas acciones hacen que los bibliotecarios tengan menos opciones a la hora de plantear las suscripciones. De manera que el panorama para las bibliotecas cambia y, desde luego, no para bien.

Este ejemplo es sólo un caso particular de los muchos que, con toda seguridad, ocurren diariamente. Servir una documentación científica de calidad a las universidades y centros de investigación realmente es una función secundaria de las empresas denominadas servicios de información. Para ellas, se trata de un negocio más como los seguros, la logística, etc. De ahí que sea tan importante que las universidades y centros de investigación apuesten por el Open Access y por los repositorios institucionales. Para que, al mismo tiempo, la investigación revierta en las propias instituciones que la financian y todo el mundo que lo necesite, pueda acceder a tan valiosa información.

Un caso claro de lucha por los derechos exclusivos lo podemos encontrar en la controversia entre EBSCO y Gale por la compra de los derechos exclusivos de las publicaciones de Time Inc. (noticial de Library Journal).

Nota:
enlace al artículo de Meredith Farkas (2 de abril).

jueves, 22 de abril de 2010

Nuestro sino ... Pagar dos veces

Hace unos días, Randy Cohen (el "especialista en ética" de The New Yort Times) nos hacía partícipes de una reflexión que más de uno nos hemos hecho.

Ha comprado la última novela de Stephen King, "Under the Dome". Por lo visto se trata de un "mamotreto" de 1074 páginas. Nada manejable para una persona que se pasa los días trabajando de aeropuerto en aeropuerto. Así que decidió descargarse una versión digital pirata del libro.

¿Había hecho un acto ilegal? Consultó a su amigo Jamie Raab, editor de Grand Central Publishing y un vicepresidente ejecutivo del Grupo Editorial Hachette. Por supuesto le respondió que sí. Había realizado un robo a la propiedad intelectual del autor y del editor. Aprobar ese acto era lo mismo que aprobar el robo.

Pero, como dice Randy, se trata de un curioso robo. Lo correcto sería pagar por un libro por el que ya hemos pagado. Pero hay que recordar que ni siquiera ha salido a la venta la versión electrónica.


Las editoriales, al amparo de unos derechos de autor completamente sobredimensionados, quieren multiplicar sus beneficios, haciendo que compremos la versión en papel y la versión digital.

Además, tendríamos que tener en cuenta que la versión digital es todo beneficio, ya que los gastos de imprenta son cero. Y si se vende por Internet a través de la web de la editorial, también son cero. Los gastos de traducción, edición, etc. ya se han realizado en la versión de papel.
De manera que el nuevo mundo digital con la aparición de los e-readers no parece un mundo de incertidumbres. Si no un paraíso de beneficios. Eso sí, con muchos litigios judiciales. Porque las leyes de protección de los derechos de autor son anacrónicas y en el nuevo entorno híbrido perjudican al consumidor.

En Estados Unidos ya están saliendo a la venta las primeras novedades editoriales y best-sellers en versión digital. Los editores españoles estiman que eso sucederá en nuestro país a partir de finales de este año. Desde ese momento, las redes P2P en España también serán el objeto del odio de los editoraliales y sociedades defensoras de los derechos de autor.

Ya no les bastará con tener la propiedad de los derechos de autor (del autor propiamente dicho, del traductor, del prologuista, del ilustrador, etc.). También querrán ser propietarios del formato. Imagino que argumentarán que si fuera legal descargar gratuitamente un libro porque se posee la versión de papel, sería como admitir que podemos llevarnos gratis de la librería la versión de bolsillo de una obra de la que ya poseemos la versión de tapa dura. Y tiene su lógica, muy enrevesada, pero la tiene.

Si ya hablamos del intercambio de libros electrónicos a través de las redes P2P, el lío está asegurado. Porque ahí para ganar la batalla lo van a tener mucho más complicado.
Siempre nos quedará ir a las bibliotecas públicas y llevarnos el libro que queramos sin pagar, que para eso son públicas ... ¡Ah! Que ya pagamos casi un millón y medio de euros al año. Al final siempre haremos lo mismo... Pagar dos veces.

Nota:
enlace al artículo original publicado en la versión en línea de The New York Times, con fecha de 29 de marzo, escrita por Randy Cohen.

lunes, 19 de abril de 2010

Bibliotecas... ¡deberían prohibirlas!

Desde hace unos años, la cuestión de los derechos de autor es una polémica recurrente, un tema que está en las conversaciones cotidianas y en los los medios de comunicación. Casi con toda seguridad, el causante de ello ha sido que los ordenadores e Internet están disponibles para el gran público.

De repente, las sociedades defensoras de los derechos de autor ha comenzado a cobrar por multitud de conceptos. La mayoría de los mismos nos dejan patidifusos, ni se nos había pasado por la cabeza que se tuviese que pagar por ellos.

Un ejemplo de ello aparecía hace unos días en el periódico El Norte de Castilla: la agrupación local de IU de Benavente (provincia de Zamora) quería realizar un recital de poesía de Miguel Hernández con motivo del Día del Libro. Pero al conocer que tendrían que pagar 95 euros a la SGAE en concepto de derechos de autor, deciden cancelarlo. Se trataba de un acto popular, sin ningún ánimo de lucro. Para este tipo de casos, la SGAE "sólo" cobra 95 euros.

Posteriormente, escuché en la programa de RNE "Esto me suena" (minutos 9 a 14 del programa de 16 de abril) que asociaciones de hosteleros y empresarios de Montijo (provincia de Badajoz) y su comarca llevan varios meses de pleitos con la SGAE porque se niegan a pagar el denominado "canon". La persona entrevistada reflexionaba con muy buen criterio. Si tienen que pagar por poner la radio o la televisión en sus locales, ¿acaso no tendrían también que pagar a los diseñadores de las mesas, sillas, etc.? También ellos han realizado un trabajo intelectual. Y ya puestos, a los diseñadores de las máquinas de café, cajas registradoras, etc. ¿O es que ya se supone que están se adquieren con un fin comercial o industrial? Sin duda, si queremos liar la madeja, esto se puede convertir en un sinsentido, todo el mundo podrá cobrar por cualquier cosa. A este paso, en este país no se podrá abrir ni un puesto de venta de pipas.

Lo más escandaloso del ejemplo de Montijo es que los hosteleros, nada más abrir su comercio, reciben una factura de la SGAE, diciendo que tienen que pagar porque están poniendo obras de autores que son defendidos por la SGAE. Cuando se les pregunta qué autores son, se les responde que no pueden decirlo porque son muchos. Pero como dice el señor entrevistado, ya no sólo existen licencias de copyright, sino también Copyleft o Creative Commons.

Estos ejemplos pueden considerarse poca cosa si los comparamos con el tema de Internet y de las redes peer to peer (o P2P). ¿Cómo se le puede ocurrir a la gente compartir archivos que ya tienen (ya sean libros, películas, etc.) con el objeto de no tener que comprarlos? Pero no es necesario irse al campo de lo virtual. Existen unos lugares físicos en los que la gente comparte libros sin necesidad tener que comprarlos y, por tanto, sin necesidad de que haya que producir más y más libros. ¡Deberían prohibirlos! ... Por cierto, estos sitios son las bibliotecas públicas.

Concluyendo, la inmensa mayoría estamos de acuerdo en que muchas de las reclamaciones de la SGAE (y otras sociedades protectoras de los derechos de autor) son extravagantes, por no decir aberrantes. Pero no es menos cierto que si tienen lugar es porque hay unas leyes que las amparan. De modo que lo que debería reclamarse no es la supresión de la SGAE, sino la derogación de esas leyes. Del Parlamento es la responsabilidad de que no sigamos viendo noticias tan "pintorescas".

Un saludo cordial.

domingo, 18 de abril de 2010

Libro tradicionales vs E-reader : ¿Cuál contamina menos?

El artículo que hoy comento y traduzco (parcialmente) aquí puede resultar de gran utilidad, tanto para el público general como para los defensores acérrimos del libro tradicional, el de papel.

La llegada de los libros electrónicos (o lectores electrónicos, o e-readers) parece que amenaza con convertir los libros tradicionales en reliquias decimonónicas.

Sin embargo, la época actual se caracteriza, entre otras muchas cosas, por la búsqueda de una buena relación hombre-naturaleza. La visión ecológica parece que le otorga una oportunidad al libro de papel. Puede parecernos extraño, pero el libro tradicional puede ser mucho más “verde” que los e-readers (ya sea iPad o Kindle). A continuación refiero una comparativa libros electrónicos-libros tradicionales, analizando diferentes aspectos:

-La cantidad de materias primas necesarias para construir un e-reader son muchos mayores. Además, son más contaminantes. Por ejemplo, se utilizan metales, que se extraen en regiones de África asoladas por guerras, como la columbita-tantalita.

-El proceso de producción requiere consumir mucha más energía. Además, su producción conlleva efectos mucho más adversos para la salud (se estima que un 70 veces peores que hacer un solo libro).

-Resulta interesante que las operaciones de transporte son muchos más contaminantes que la producción de un libro o de un e-reader. Hemos de tener en cuenta que un e-reader contiene muchos libros y podemos adquirir nuevos libros por Internet. Esto último no puede hacerse con el libro tradicional, para cuya compra tendremos que trasladarnos a una librería. De modo que, en este apartado, gana el e-reader al libro por conllevar menos contaminación.

-A la hora de la lectura, el libro tradicional no necesita de energía para su visualización por muy eficiente que sea la pantalla del e-reader.

-El reciclaje: en el caso de los e-reader se trata de una operación complicada. Pueden ser “reciclados” ilegalmente en países del Tercer Mundo, cuyos trabajadores se expondrán a una serie de sustancias tóxicas. Si tenemos más suerte, será reciclado en una planta de última generación, con un mayor control de las emisiones y de la recuperación de los metales, conllevando menos riesgos de salud para los obreros.
En el caso de que el e-reader acabase en un vertedero, su descomposición generaría el doble de emisiones a la atmósfera y efectos tóxicos para los acuíferos locales.


Tanto las imprentas como las empresas de electrónica están reduciendo poco a poco los efectos adversos a la naturaleza. Se estima que el consumo de combustibles fósiles, agua y minerales de un e-reader equivale a 40-50 libros de papel. A la hora de hablar de los efectos sobre el calentamiento global, la producción de un libro electrónico equivale a 100 libros tradicionales.

Tantas cifras y comparaciones nos llevan a concluir que la manera más ecológica para leer es acercarse a la biblioteca pública más cercana. Eso es lo mejor de todo.

Nota: el artículo ha sido publicado el 4 de abril en The New York Times, escrito por Daniel Goleman y Gregory Norris.

sábado, 10 de abril de 2010

Las cuentas pendientes de Google con los artistas visuales

El faraónico proyecto de Google para crear una enorme biblioteca digital no acaba de salir del laberinto de querellas al que se enfrenta desde su presentación.

La firma de un acuerdo con los autores y editores de Estados Unidos a finales de 2008 no significó, ni mucho menos, el fin de las querellas judiciales. El pasado miércoles los artistas visuales de Estados Unidos, a través de la American Society of Media Photographers y otras asociaciones, presentaron una demanda judicial a Google por su proyecto de digitalización.
Estas asociaciones han denunciado que las acciones de Google de digitalización masiva de documentos infringen los derechos de autor de los fotógrafos y otros creadores gráficos. Y reclaman una compensación adecuada para los artistas visuales cuyos trabajos aparecen en los más de 12 millones de libros y otros documentos que ha digitalizado Google.

Esta demanda no es sino otro episodio similar al que protagonizaron el Gremio de autores y la Asociación de Editores estadounidenses en 2005, que fueron los primeros en demandar a Google. Como anteriormente hemos dicho, llegaron a un acuerdo económico que, además, ofrecía a autores y editores nuevas oportunidades explotación económica. Y esto será lo que también acabará ocurriendo con los artistas visuales.

Porque si nos paramos a pensarlo con tranquilidad, simplemente Google ha aprovechado su posición privilegiada en el ámbito de la información y la comunicación para sacar adelante un proyecto muy ambicioso (arriesgado en su momento, porque no éramos pocos los que no sabíamos qué beneficio sacaba Google con su proyecto) y de enorme rentabilidad. Y ahora compañías como Microsoft y Amazon, que no tuvieron la genialidad y la osadía de Google, comparten la opinión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de que Google está utilizando su posición monopolística para realizar su proyecto. No deja de ser chocante que Microsoft acuse a otra empresa de monopolio. Pero ése es otro cantar.

Volviendo al tema que nos ocupa, este nuevo litigio que se cierne sobre el proyecto Google Books no se trata, ni más ni menos, que de una lucha de cada uno de los agentes que intervienen en el mundo del libro por quedarse con su pedazito de tarta de este enorme negocio que es la cultura. Cada sector defiende sus derechos, en cambio ¿alguien defiende el derecho de los ciudadanos de acceso a la cultura? Quizá no soy muy leído del tema, pero estoy convencido de que nadie está realmente preocupado por eso. Porque esto será un drama para la SGAE, pero bien poco que le importó que se implantara el canon por préstamo de libros en la bibliotecas.

Y no hay que olvidarse de que, mientras todos estos litigio judiciales no acaban de dilucidarse, Google sigue digitalizando libros como si nada ocurriese alrededor. Ésa es la manera de actuar del que siente que tiene la sartén por el mango, de un auténtico monopolio. No hay duda.

Nota1:
enlace al artículo original de The New York Times publicado el 6 de abril, escrito por Miguel Helft.
Nota2: noticia conocida gracias a LISNews.

jueves, 8 de abril de 2010

Nuevas tendencias bibliotecarias o Las bibliotecas no son para los libros

Éste puede ser un futuro probable de las bibliotecas. El entorno de crisis económica actual y las nuevos intereses de la comunidad están haciendo que la manera de mirar a las bibliotecas esté cambiando radicalmente y ya sí de un modo efectivo, al menos en el Reino Unido. Un artículo aparecido en Timesonline nos ofrece interesantes reflexiones sobre los retos a los que se enfrentan las bibliotecas públicas actualmente. Artículo que traduzco parcialmente y comento a continuación. Espero que sea de vuestro interés.

La Library Act de 1964 había mantenido a las bibliotecas como uno de los principales soportes de la cultura británica. Sin embargo, con el recién estrenado Departamento de Cultura, Medios y Deportes (DCMS), cuestiones como los libros electrónicos gratuitos, el uso de las redes sociales, la diversidad de las comunidades y las derivaciones comerciales de estos temas han abierto un feroz debate sobre cuáles son los objetivos de la bibliotecas en la sociedad actual.

Por lo general, para bien o para mal, las necesidades culturales de las nuevas generaciones no van dirigidas al libro. Esto unido a una situación económica precaria está llevando a las autoridades británicas a actuar de la siguiente manera:

-Cerrar decenas de bibliotecas para ahorrar dinero, así como disminuir los horarios de apertura de muchas otras bibliotecas.

-Apostar por un nuevo tipo de biblioteca como la recién renovada biblioteca del concejo de Enfield (norte de Londres). Alrededor del antiguo edificio se la ha recubierto de una moderna estructura de cristal. En la planta baja, hay una cafetería donde se puede disfrutar de deliciosos cafés y sandwichs, una biblioteca infantil con un área de juegos, una área juvenil donde se puede escuchar a los cantantes preferidos, una sección con terminales de ordenador y un autoservicio de escáneres RFID para el préstamo. En la planta superior se encuentran más ordenadores y la colección de libros.

El poeta inglés Andrew Motion que actualmente es el presidente del Consejo de Museos, Bibliotecas y Archivos, considera que el nuevo modelo de bibliotecas es el adecuado para la sociedad de estos tiempos. Según él, se trata de un lugar que combina un espacio para niños, otro para Pc´s y otro para la lectura.

Sin embargo, no todos están entusiasmados con este nuevo paradigma de biblioteca. Creen que la biblioteca infantil a menudo parece más una guardería y que la biblioteca, en general, más se asemeja a un centro de comunicación, con ordenadores y con pocas mesas de trabajo.
Este sector de la comunidad piensa que la biblioteca no es simplemente un lugar de encuentro de la comunidad, consideran que se distingue por su naturaleza literaria, por la presencia del libro.
En un sentido parecido opina el filósofo Alain de Botton, que cree que las bibliotecas no pueden entenderse sin la presencia de estanterías con libros. Y enfatiza el valor y la importancia de las bibliotecas como uno de los pocos lugares que invitan a hacer algo que no sea trabajar o comprar.

La experiencia del distrito de Tower Hamlets (este de Londres) parece haber seguido el planetamiento de Tim Coates. Hace diez años realizaron un estudio y comprobaron que sólo un tercio de la población usaba las bibliotecas. Percibían las bibliotecas como un lugar “mohoso”. Decidieron reemplazar las antiguas sucursales por cuatro nuevos edificios diseñados para ser centros de información y aprendizaje de la comunidad. Se ha reducido el lugar que ocupan los libros porque “la gente lee menos y descarga más”, afirma la Jefa de Biblioteca y Museos, Julie Gibson. Ella considera que antes las bibliotecas no se usaban sólo por los libros, y mucho menos ahora.

Pero realmente no parece que el debate sobre la mayor o menor presencia de libros en las bibliotecas sea lo que dilucide la esencia de lo que tiene que ser una biblioteca. Y un ejemplo de esto lo tenemos en otra de las medidas que se están tomando como consecuencia de la crisis. En el Condado de Cumbria (noroeste de Inglaterra), los recortes presupuestarios están siendo acompañados del establecimiento de los llamados “Enlaces bibliotecarios”. Se trata de estanterías de libros actuales con servicio de autopréstamo colocadas en diferentes tiendas y locales de las ciudades y pueblos. Los usuarios pueden tomar en préstamo libros, al mismo tiempo que hacen la compra de la semana o se compran un pantalón. Para Jim Grisenwhite, Jefe de Cultura del Condado, los enlaces bibliotecarios tienen una funcionalidad mucho mayor que las bibliotecas móviles y un potencial ilimitado.
Este ejemplo nos permite observar que no está tan claro que los libros hayan dejado de tener espacio en las bibliotecas, al mismo tiempo que presenta un nuevo servicio de las bibliotecas, una nueva manera de acercarse a los usuarios.

Por último, otro aspecto que también tiene mucha importancia es la tendencia a hacer enormes bibliotecas, como es el caso de la gran biblioteca que se construye en Birmingham y que va a costar 193 millones de libras. Julie Gibson cree que las bibliotecas deben estar a una distancia razonable para todos los ciudadanos.

Posiblemente, la cuestión sobre qué debe ser una biblioteca se encuentra en lo que plantea Tim Coates, antiguo director de la librería Waterstone´s: no se trata de que haya o no libros. La biblioteca debe ser un servicio social. Si realmente cumple esta función, será una buena biblioteca, si no la cumple, será una mala biblioteca.

El debate está y seguirá estando. No puede ser de otra manera, porque la sociedad, y sus necesidades y expectativas, varían constantemente y la biblioteca, como servicio a la comunidad que es, tendrá que seguir modificando sus planteamientos para, sin perder sus señas de identidad, ofrecer el mejor servicio a la sociedad.

Nota1:
enlace al artículo aparecido en Timesonline el 30 de marzo, escrito por Mike Pattenden.
Nota2: noticia conocida gracias a LISNews.