lunes, 27 de agosto de 2007

La Globalización en las bibliotecas y en la literatura

El desarrollo social y económico que se produce en los países desarrollados hace que se tambaleen y modifiquen continuamente sus valores y sus principios rectores. De ahí que la Globalización conlleve muchos factores positivos. Ya que una sociedad que cambia, se plantea de dónde viene y hacia dónde va y, en principio, tiende a analizar lo que está sucediendo y a ser crítica. Pero una Globalización mal dirigida, que se deje en manos únicamente del mercado y de la economía (como la actual Globalización neoliberal), que sólo beneficie a unos pocos países, entraña muchos aspectos perversos que hay que evitar a toda costa. Las sociedades subdesarrolladas tienen unos pilares que son mucho más difíciles de mover y la tradición tiene mucho peso. Es un deber de los países desarrollados ayudar a los países más desfavorecidos porque, en caso contrario, la sima existente entre ambos será cada vez mayor. La Globalización ha de disminuir las desigualdades, no incrementarlas.


El fenómeno de la globalización no es algo surgido en la actualidad, anteriorme ha “impregnado” a la economía o a la política, y ahora ha llegado a su culmen en el ámbito de la información gracias a Internet. Por lo dicho, la globalización no tiene únicamente connotaciones económicas, no hay más que observar la “inocente” invasión cultural del mundo anglosajón (de Estados Unidos fundamentalmente). De un modo pacífico, las fronteras políticas desaparecen y saber inglés se convierte en un imperativo. Si los artículos científicos o informativos no se escriben en inglés, pierden casi toda su potencial visibilidad. Este hecho ha tenido mucha más vehemencia que la que poseyó durante muchos siglos el latín. Y si el esperanto apenas ha sido considerado para ser la lengua internacional, no se puede interpretar como un hecho natural. Es de suponer que la política y la economía hayan tenido mucho que ver en la preeminencia absoluta del inglés.

En este mundo que habitamos, todo está interconectado, economía, política y cultura. Por ello, la información ya se ha convertido en un bien indispensable, y aunque de valor muy difícilmente mesurable, según la información que se posea, más o menos acertadas serán las decisiones que tomen las personas, en cualquier contexto de la vida. De ahí que las bibliotecas públicas deban cumplir un papel vital, especialmente para los sectores más desfavorecidos de las comunidades.

Dentro de ese rol crucial, también se encuentra la difícil tarea bibliotecaria de conformar los fondos. La dicotomía en las bibliotecas a la hora de configurar sus colecciones, entre los libros más vendidos y la literatura “elitista”, “minoritaria” (en este caso, es curioso ver estos dos adjetivos juntos) o, como yo diría, simplemente literatura de calidad, que lleva al lector mucho más allá del simple entretenimiento, que lo transporta a la reflexión, a la crítica, al conocimiento. Los bibliotecarios deben luchar por atraer a los lectores hacia ese otro tipo de literatura. No sé si se trata de una postura “moralista”, yo creo que únicamente es aplicar el sentido común en todo este marasmo alocado de mundo. Seguiré pensando que es mucho más beneficioso leer, por ejemplo, a Albert Camus que a Dan Brown (el caso más paradigmático de escritor de bestsellers de la época actual). Si leyendo a Dan Brown se llega a Camus, me parece perfecto, pero si el apetito lector del usuario se queda en los bestsellers, en mi opinión, creo que los bibliotecarios habremos perdido buena parte de la “batalla literaria”. (¿Qué pensáis a este respecto?).


Yo suelo decir que “siempre nos quedarán los clásicos” (y son tantísimos y tan buenos), pero no es menos cierto que para que se siga creando buena literatura, es necesario hacer frente a las grandes editoriales y a su literatura comercial y prefabricada, mediante la promoción de los escritores locales y regionales. Y esto es una labor que han de liderar los gobiernos de los diferentes países.

La globalización, en esencia, debería significar mestizaje, algo que es natural y beneficioso. Pero la actual globalización está revestida de una agresividad tal que se convierte en colonialismo cultural de los países desarrollados (especialmente del mundo anglosajón) que no enriquece, sino que empobrece, ya que se lleva por delante las tradiciones y las raíces culturales de siglos en muy pocos años. Hay que impulsar lo que Enrique Ramos Curd denomina “bibliodiversidad”, una oferta literaria plural y diversa, que no aliene a la población sino que la haga interesarse por temáticas variadas que la acerquen a realidades ajenas a su vivir cotidiano.


Por otro lado, fuera ya del mundo editorial, es interesante (aunque previsible) el daño que está haciendo la televisión a los hábitos lectores. Al igual que en España, en Chile (y supongo que también en otros países de América Latina) se encuentra “imantada” por los programas de la prensa rosa, roja, amarilla o del color que se le quiera poner, en fin, por los chismorreos, vaivenes y devenires de la gente “famosa”. No debe andar muy bien este planeta si la mayoría de la gente prefiere interesarse por mundos paralelos y vidas ajenas antes que por lo que la realidad que le rodea. Desde luego es mucho menos cansado y pertubador ver durante una hora un programa del corazón (yo lo denominaría más bien de la casquería humana) que reflexionar durante diez minutos acerca de cómo hacer para que este planeta vaya mejor. No lo digo con sorna, sino con mucha pena.


Siguiendo con la cuestión editorial, Carlos Monsiváis reseña que, “se busca complacer de modo primordial al lector posible o real, superficial en extremo, descuidado...”. Y como dice el mismo autor, sólo las “personas que se han educado en la cultura de la lectura y de la escritura” (que son una minoría en constante decrecimiento) tienen capacidad para seleccionar con criterio las fuentes, e informarse bien. Únicamente estas personas son las que podrán sacar verdadero provecho a las nuevas tecnologías. Desde hace mucho tiempo ya se viene apuntando que, en los países desarrollados especialemente, no existe analfabetos, sino analfabetos funcionales. Y en un mundo con tal avalancha de información, no entender el contenido de los textos es similiar a no saber descifrar el código de escritura. En esta situación, siempre será mucho más cómodo ver un programa de televisión sensacionalista y de lenguas viperinas, a leer cualquier libro (dejando a un lado mayores o menores niveles de dificultad en la comprensión).

Tengo la sensación de que la sociedad actual está desaprovechando una oportunidad histórica. Hace no tantas décadas el acceso a la cultura era un auténtico lujo para la mayoría de la población. Ahora que prácticamente todos podemos acceder ella (en los países desarrollados), se la deja a un lado o, incluso, se la desprecia. Triste paradoja, pero creo que es un hecho. Hay que hacer todo lo posible y un poco más para revertir este estado de las cosas.


Por otro lado, no cabe duda de que las coordenadas del contexto bibliotecario en España respecto a América Latina son totalmente diferentes. Ni mucho menos nuestro país disfruta de una realidad idílica, pero basta con decir que España (datos de 2000, ya ha pasado más de un lustro) tiene una biblioteca por cada 9000 habitantes, mientras que Chile (datos más actualizados) posee una biblioteca por cada 40000 habitantes. En Sudamérica el problema más acuciante radica en la escasez de servicios bibliotecarios para la población.


Otra cuestión íntimamente vinculada con la globalización es el fenómeno de la emigración desde los países más deprimidos (ya sea por guerras, depresión económica, etc.) hacia países más desarrollados. Aparece la figura del emigrante, que suele vivir en la marginalidad. Para terminar o, al menos, paliar esta situación, las bibliotecas públicas tienen que mostrarse como instituciones abiertas que, a partir de la cultura, ofrecen una integración en la sociedad que les acoge, preservando el derecho de mantener su propia identidad cultural. Se trata de una problemática complicada, ya que la globalización capitalista sigue otro modelo, la integración mediante la absorción y la uniformidad cultural. En Francia, por ejemplo, no ha demostrado ser el sistema adecuado, ya que ha provocado más marginación. Creo que el pluralismo es lo deseable y nos enriquece, siempre que se respete el ordenamiento jurídico básico del país de acogida. Desde luego, es mucho más fácil decirlo por escrito que llevarlo a cabo, pero ese debiera ser el camino.


A la hora de hablar de la biblioteca como elemento de inclusión social, abarcando a todas las capas de la sociedad, siempre me queda la duda de que sea un factor tan crucial por sí solo. Creo que se le atribuye una responsabilidad excesiva a la biblioteca pública, metas ideales que es casi imposible que logre. Y, precisamente, esa falta de cumplimiento es la que, a posteriori, nos hace deprimirnos a todos los que amamos el mundo de las bibliotecas. En mi opinión, sin un buen sistema educativo, con el que conjuntarse y coordinarse, sus potencialidades quedan cortadas prácticamente de raíz, con lo que sólo puede “tapar parches”, pero nunca cumplir todo su cometido social. Además, en general, las bibliotecas públicas tienen un apoyo ínfimo de las administraciones de las que depende, por lo que no podemos pretender que lideren el cambio hacia una sociedad más justa que reduzca la brecha social.

Los gobiernos han de facilitar los recursos necesarios a la biblioteca pública para que ésta haga efectivos los siguientes derechos de los ciudadanos (Assumpta Bailac):

  • Derecho a la accesibilidad (a las nuevas tecnologías).

  • Derecho a la formación (respecto de los servicios que ofrece la biblioteca).

  • Derecho a la información.

  • Derecho a la participación (fomento de la democracia participativa en el entorno digital).


Todo ello, junto a un buen marketing bibliotecario, ayudará a acrecentar los vínculos con la comunidad a la que sirve la biblioteca pública. Como ya se lleva practicando desde hace unos años, no sólo una vinculación con el espacio físico, donde interrelacionarse con otros usuarios, sino también a través del espacio digital (página web de la biblioteca, foros, clubes de lectura virtuales, etc.). Sin olvidar las redes de trabajo virtual que se pueden emprender a través de Internet y que ayudan a salvar distancias físicas que las pobres infraestructuras de muchos países no permiten superar con facilidad.


Por otro lado, cuando se habla de la “panacea de Internet” (por decirlo de algún modo), tengo la impresión de que seguimos maravillándonos ante sus posibilidades potenciales. Si no fuera por Internet, este texto que estoy escribiendo no podría ser leído por cualquier persona de este planeta, esté donde esté. Pero creo que para lograr que la gente se interese realmente por la lectura habría que, precisamente, llamar la atención sobre la riqueza de la misma que se manifiesta ejemplarmente en los libros de papel. Porque los libros son el origen de todo lo demás que ha llegado después. Y para leer “sólo” es necesario comprender el contenido. Considero que primero habría de darse una “enseñanza analógica” sobre cómo encontrar los recursos para hacer los ejercicios del colegio, por ejemplo. Y luego, una vez afianzado lo anterior, entrar de lleno en el mundo digital. Posiblemente influya en mi modo de pensar que ésa haya sido la manera de relacionarme con la cultura escrita.


Por último, otro aspecto en el que la globalización influye decisivamente es en la formación del bibliotecario. Su perfil básico, dadas las numerosas competencias que se le exigen actualmente, podría resumirse en aprendizaje continuo, trabajo dirigido a la excelencia en el servicio e integración completa en el proyecto de la biblioteca pública en la que labora. Sin olvidar, por supuesto, su flexibilidad, adaptabilidad al entorno cambiante y su papel de intermediario entre la información y el usuario, debido a la enorme cantidad de datos existentes y la escasa fiabilidad de muchas de las fuentes (el paradigma de ellos es Internet).

La globalización es un reto impresionante, probablemente el más complejo al que nunca antes se haya enfrentado la profesión bibliotecaria, pero ofrece una gran cantidad de posibilidades que merecen ser aprovechadas, y que rendundarán positivamente en la sociedad. Nos equivocaremos repetidas veces. Sin embargo, normalmente, sólo de errores se aprende y seguro que en poco tiempo encontraremos el modo correcto de afrontar la nueva situación.


Un saludo cordial.


Bibliografía:

-ALLENDEZ SULLIVAN, Patricia Mónica. “Sobre las bibliotecas, los bibliotecarios y la globalización”.

-BAILAC PUIGDELLÍVOL, Assumpta. “Los usuarios y los profesionales de la biblioteca pública en el nuevo entorno de la sociedad de la información”.

-RAMOS CURD, Enrique. “Globalización y bibliotecas públicas”.

lunes, 20 de agosto de 2007

"La guerra de los mundos" como nunca la vivimos


A finales del siglo XIX, en 1898, el escritor inglés H.G.Wells (1866-1946) escribe “La guerra de los mundos”. Esta novela se convierte en poco tiempo en un referente insoslayable del género de la ciencia ficción. Además, incorpora un elemento novedoso para la sociedad de la época: ya a finales del siglo XIX se fantasea con la existencia de seres extraterrestres. Pero hay una visión totalmente antropocéntrica de la realidad, más aún con el desarrollo industrial imponente, lo que hace que todo el mundo vea a los “marcianos” como seres inferiores al humano. Hasta que llegó H.G.Wells, que imagina unos extraterrestres infinitamente más avanzados que los humanos.


No soy un gran aficionado del género de la ciencia ficción porque me atrae mucho más la realidad, pero reconozco que “La guerra de los mundos” (al igual que “La máquina del tiempo”) me "engancharon" desde las primeras páginas. Precisamente por el excepcional realismo que imprime el escritor. Parece que estemos viviendo los hechos narrados al mismo tiempo que el cronista. Y la ficción se convierte en realidad sin necesidad de hacer ningún esfuerzo imaginativo. Simplemente porque da una sensación plena de que lo se cuenta podría pasar. Incluso la manera en que sucumben los “marcianos” parece completamente plausible. Me atrevería a decir que, para los amantes de la ciencia ficción, nos encontramos ante un final tan racional, que puede desilusionarles en cierta medida.

Además se trata de una obra que traslada al lector a la reflexión. La conclusión es que el ser humano es muy poca cosa, al igual que nuestro diminuto planeta Tierra, a pesar de los aires de grandeza que algunas personas se atribuyen.

Y respecto a la forma tan cruenta con que los extraterrestres se adueñan del planeta, el autor no dramatiza en absoluto. Muy al contrario, recuerda al lector que las conductas humanas no siempre han sido conducidas por la bondad y la buena fe, sino por una crueldad infinita e indescriptible. No obstante, por aquel tiempo estaba en pleno auge el despiadado colonialismo, cuyas heridas todavía no se han restañado. H.G.Wells dice así en el mismo libro: "Antes de juzgarlos con excesiva severidad debemos recordar que nuestra propia especie ha destruido completa y bárbaramente no tan sólo a especies animales, como el bisonte y el dodo, sino razas humanas culturalmente inferiores. Los tasmanienses, a despecho de su figura humana, fueron enteramente borrados de la existencia en una guerra exterminadora de cincuenta años, que emprendieron los inmigrantes europeos. ¿Somos tan grandes apóstoles de misericordia que tengamos derecho a quejarnos porque los marcianos combatieran con ese mismo espíritu?"

En mi opinión, por todas estas razones, por una autocrítica tan lúcida y una imaginación tan realista, “La guerra de los mundos” es una auténtica obra maestra de la literatura. Su lectura es más que recomendable.

Y ahora también podemos disfrutar de ella de un modo diferente. Gracias a un artículo de Juliana Boersner (con fecha 3 de agosto) en Papel en Blanco, he descubierto que la célebre adaptación radiofónica del libro, realizada genialmente por Orson Wells en 1938, está disponible en Internet, en formato podcast. Son los auténticos 59 minutos de radio que provocaron la histeria colectiva en Nueva York y Nueva Jersey, a pesar de advertirse durante la narración de que se trataba de un hecho ficticio . Curiosamente, esta misma adaptación se volvió a transmitir en Quito, en 1949; y en Lisboa, en 1958. Y se volvieron a repetir las mismas escenas de pánico entre la población, aunque ya se conocía sobradamente el programa de Orson Wells, y se habían hechos obras derivadas del mismo. Todo ello acrecienta aún más el valor de la obra de H.G.Wells, su gran capacidad de sugestión y realismo.

Esos históricos 59 minutos de radio de Orson Wells, adaptando la novela de H.G.Wells se encuentran en dos enlaces: enlace1 y enlace2. Es una pena que el link de la transcripción no funcione, especialmente para todos aquellos que todavía nos cuesta comprender el idioma inglés. Espero que los disfrutéis mucho, el libro y la retransmisión radiofónica.


Un saludo cordial.


Nota1: utilizo el género masculino de forma genérica para facilitar la lectura, por lo que los sustantivos en forma masculina hacen referencia a personas de ambos sexos.

Nota2: la ilustración es un fragmento de la realizada por Geoff Taylor pertenece al folleto de la adaptación musical de la obra de H.G. Wells realizada en 1978 por Jeff Wayne, con letras de Gary Osborne, grabada para la CBS. En concreto, la ilustración ha sido extraída de un interesante artículo de Miguel Uceda.


lunes, 13 de agosto de 2007

Open Access: la senda hacia el progreso igualitario y el conocimiento de tod@s

Cuando ud. llama a alguno de nosotros, científico, nosotros mismos nos reímos. Sabemos que no podemos hacer contribuciones a la ciencia. Yo no conozco lo que han descubierto mis colegas en Kenia o en Londres, por ejemplo. Por tanto, no puedo llevar a cabo un experimento y creer que estoy en el camino de hacer una contribución original a la ciencia. Si yo le he estado dando a generaciones de estudiantes las mismas conferencias en los últimos diez años, entonces yo no debería llamarme a mí mismo un científico”.
Confesiones de un científico nigeriano


Con esta cita tan rotunda y desoladora comienza el artículo de la investigadora documentalista cubana Nancy Sánchez Tarragó. Sin duda una buena razón para preguntarnos hacia dónde va este mundo y si queremos que siga tomando ese rumbo, que sólo nos lleva a más desigualdad entre países, a más miseria y a más pobreza.

Es incuestionable que la difusión (no sólo ya entre la comunidad científica, sino también entre la ciudadanía) y el progreso de la ciencia son elementos esenciales para propiciar el desarrollo económico, reducir la pobreza y proteger el medio ambiente.

Son muy diversos los elementos que dificultan el incremento de la investigación científica en los países subdesarrollados y en vías de desarrollo:

  1. La financiación es muy precaria, ya que estos Estados se enfrentan a necesidades sociales más acuciantes.

  2. Las iniciativas y revistas locales se encuentran ahogadas ante la ley del “factor de impacto”.

  • Por un lado, dichas revistas no pueden tener apenas difusión entre la comunidad científica internacional debido a que no pertenecen a los grandes grupos editoriales de los países desarrollados.

  • Por otro lado, los científicos de los países en vías de desarrollo quieren lograr un reconocimiento que sólo creen que podrán conseguir publicando en las revistas científicas más prestigiosas.

  • Además, estas publicaciones suelen desconfiar de los investigadores provenientes de países subdesarrollados, por lo que no tienden a publicar sus trabajos.

  • Sólo se puede acceder a las revistas de mayor impacto vía pago. La suscripción suele ser muy cara. Resulta paradójico que a pesar de que el deseo de los investigadores sea la mayor difusión posible de sus trabajos, han de difundirlo a través de determinadas publicaciones, para lograr cierto reconocimiento.

  • Y, por último, muchos gobiernos de los países en vías de desarrollo suelen llevar políticas contradictorias que, a la vez que apoyan las publicaciones científicas locales, incentivan a los investigadores a publicar en el extranjero.


Como resultado de todo este peligrosísimo círculo vicioso, la investigación de los países más pobres no sólo es mucho menor que las de los países ricos sino que la difusión de sus trabajos es muy inferior en proporción a lo que investigan. Está claro que el modelo de difusión de la ciencia implantado por las principales editoriales del mercado no es nada bueno, porque no revierte en la sociedad todo el esfuerzo realizado por las instituciones académicas e investigadoras.

De ahí que surjan modelos alternativos, como es el caso del movimiento Open Access. Nacido tras una reunión del Open Society Institute en Budapest (BOAI, Budapest Open Access Initiative), promueve el acceso a la literatura científica (revisada por pares, publicándose los denomimados “preprints” y “postprints”) sin más limitación “que dar al autor el con sobre la integridad de su trabajo y el derecho a ser citado y reconocido apropiadamente”.


Esquemáticamente, existen dos modelos de Open Access:

  • Los repositorios institucionales (a los que dedico un apartado al final del artículo) que incluyen también tesis, conferencias, etc.

  • Las revistas de acceso abierto. Dicho acceso abierto puede ser inmediato o puede ser diferido en el tiempo (entre 6 y 12 meses según la elección de cada publicación).


El Acceso Abierto alberga muchas consecuencias positivas:

  • Se reduce la inversión financiera en suscripciones.

  • Se desfragmenta la literatura científica, permitiendo una búsqueda más exhaustiva.

  • La visibilidad de la producción científica aumenta sensiblemente.

  • Se incrementan las citas, las descargas de artículos y también los factores de impacto.


Pero, asimismo, requiere enfrentar nuevos retos de muy diversa índole:

Económicas: en torno a quien se hace cargo de los costes de edición de las revistas Open Access. Existen cuatro sistemas principalmente:

  1. El autor paga. Pocas revistas de Acceso Abierto realizan esta práctica, que significa una discriminación para los investigadores de países subdesarrollados, que tienen mucho menor poder económico que sus colegas de los países ricos.

  2. Revistas de acceso abierto ofrecen a instituciones convertirse en miembros de estas por lo que, mediante el pago de una tarifa fija, los profesionales de dichas instituciones pueden acceder gratuitamente al servicio de publicación. La realidad ha demostrado que pocas entidades de los países subdesarrollados pueden asumir ese desembolso fijo.

  3. El financiamiento de los costos de publicación por parte de instituciones y agencias financiadoras de investigaciones. La mayoría de estas entidades no se comprometen con autores de países subdesarrollados.

  4. La mayoría de las revistas de Acceso Abierto no requieren gastos de publicación (bien porque no los pidan o porque vengan incluidos dentro de la investigación). Este es el modelo realmente válido para los países pobres.

Infraestructurales y tecnológicas: los países subdesarrollados no cuentan ni con los equipos informáticos suficientes, ni con la conexión a Internet y, menos aún, con el ancho de banda necesario.

Culturales: siguen existiendo en los investigadores de los países pobres dudas sobre si publicar en Acceso Abierto (ya sean en repositorios institucionales o en revistas de Acceso Abierto) les reportará prestigio y ascenso en sus carreras profesionales

Formación: los repositorios institucionales son realmente los que están teniendo éxito en los países subdesarrollados. Pero es necesario instruir sobre cómo se construyen estos repositorios.


Las instituciones académicas (sobre todo las públicas, que pagamos todos con nuestros impuestos) han de financiar preferentemente a los investigadores que brinden sus trabajos al Acceso Abierto. Ya existen instituciones de los países industrializados que realizan esta práctica, caso del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (NIH) y el Consejo de Investigaciones del Reino Unido. En países en vías de desarrollo ya se están siguiendo estas políticas, especialmente en la India, que no sólo se ha convertido en una potencia emergente con una fuerza impresionante en el ámbito económico, sino también en el científico.

Hay que tener muy en cuenta que la inmensa mayoría de los repositorios institucionales y directorios de revistas electrónicas de acceso abierto no sólo están implementando sistemas de evaluación (como es el caso de Latindex) de los artículos recibidos que aseguren un nivel mínimo de calidad sino que, incluso, están logrando ser indexadas por grandes editoriales comerciales. Ejemplo de ello es Bioline International, indexada por Thomson Scientific.

Paralelamente, han de seleccionarse aquellas revistas que aceptan el Open Access y las que no, así como las que permiten a los autores poner los postprints en la web y las que no.

Con todo ello, lo que se pretende no es únicamente una mayor difusión de la información científica entre las instituciones académicas y los investigadores, sino también de cara a la sociedad en su conjunto. Cuantas más personas tengan acceso a más investigaciones científicas, mayor será el valor que den a las mismas, más aún cuando las vean plasmadas en su vida cotidiana. Un ejemplo palpable de esto son los avances en Medicina, que salvan vidas y incrementan la calidad de vida de nuestros congéneres.

Para aquellos que estén interesados en consultarlos, voy a añadir en la parte derecha de la página una nueva sección de enlaces dedicada a los principales recursos de Open Access (incluidos repositorios institucionales), para que así estén disponibles visibles permanentemente en el blog. Lo considero más útil que mencionarlos en el propio artículo. Es realmente increíble la casi infinita cantidad de artículos científicos que se pueden leer, de todo tipo de temáticas, y de enorme interés.


Anexo: Los repositorios institucionales

A pesar de la gran utilidad y popularidad que tienen los buscadores (Google, Yahoo, Lycos, etc.), tienen unas limitaciones funcionales muy importantes para encontrar recursos digitales en general. Y, más concretamente, las bases de datos permanecen invisibles a ellos. Resulta un gran inconveniente para la comunidad científica. De ahí que hayan surgido portales como Internet Invisible, que nos permiten acceder a la infinidad de información que se encuentra bajo “la punta del iceberg” que representan los recursos que nos ofrecen los buscadores.


Para subsanar este problema, la comunidad científica internacional está impulsando la recolección de metadatos, sobre todo a través del protocolo OAI-PMH (Open Archives Initiative-Protocol Metadata Harvesting). Este protocolo es el que ha de ser utilizado por todas aquellas instituciones de la memoria que quieran crear contenidos web y, además, implantar aplicaciones que favorezcan su localización.

El protocolo OAI permite transmitir y presentar la información en diversos formatos, entre ellos EAD (Encoded Archival Description), que es el formato mínimo y común para cualquier entorno Dublin Core.

La impulsora del protocolo OAI fue la Universidad de Michigan, que ha creado un enorme recolector de recursos digitales llamado OAIster.


En este punto, considero conveniente hacer una aclaración para no caer en equívocos. Aunque compartan las mismas siglas y el campo científico como ámbito de expansión, OAI (Open Access Initiative) y OAI (Open Archives Description) no trabajan conjuntamente. En el propio portal de OAIster, se dice que “The Open Archives Initiative is not the same thing as the Open Access movement”. Y he podido comprobarlo yo mismo ya que, al azar, he realizado búsquedas en OAIster sobre algunos temas y la mayoría de los recursos no son de acceso libre. La Open Archives Initiative sólo ha pretendido crear un protocolo internacional (OAI-PMH) que permita una mayor visibilidad de los recursos digitales de los archivos, no fomentar la gratuidad en el acceso a los mismos. Esto último ya es decisión propia de las instituciones académicas que creen que los repositorios. En el caso de las universidades españolas, están optando por la gratuidad: Universidad Politécnica de Catalunya, Universidad Complutense de Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Universidad de la Coruña, Universidad Carlos III de Madrid, Universidad de Granada, Universidad de Alicante, etc., aparte del repositorio de la Universidad de la Rioja que se dedica a la difusión de toda la producción científica hispana o el perteneciente al Consorcio de Bibliotecas Universitarias de Cataluña (CBUC) que contiene las tesis doctorales de las universidades catalanas, y de algunas otras universidades españolas.

Por otro lado, también considero relevante mencionar, aunque sólo sea de soslayo, que el protocolo OAI-PMH está relacionado con la incipiente Web semántica y la utilización de normas y estándares como el XML, el RDF (Resource Description Framework) o el OWL (Web Ontology Language). Se tienen grandes esperanzas depositadas en el desarrollo de la Web semántica (frente a la actual Web sintáctica), porque ofrece unas nuevas posibilidades hasta ahora inimaginables como:

  • La inteligibilidad por parte de las aplicaciones y programas de software del contenido de las páginas.

  • La recuperación de información realmente pertinente, mediante las ontologías, tanto por los usuarios como por los agentes de software.

Por útimo, regresando a la temática de los repositorios institucionales, éstos son una estupenda herramienta para la preservación de la información digital, pero se enfrentan a varios problemas:

  • Tecnológicas: las estrategias seguidas hasta el momento de preservación de la tecnología, migración de los datos, y emulación de las aplicaciones informáticas originales sólo son soluciones a corto plazo. Queda todavía por descubrirse una solución a largo plazo.
  • Legales: las operaciones dirigidas a la preservación del recurso han de tener el permiso del autor.

  • Económicos: el mantenimiento y la actualización de la infraestructura tecnológica requiere de una importante inversión financiera.

  • Institucionales: no se puede asegurar la conservación de los recursos digitales si no hay un compromiso institucional permanente.


Espero que este pequeño artículo os sirva para conocer un poco el mundo del Open Access, así como de los repositorios institucionales, y os adentréis en la infinidad de recursos interesantes de todas las temáticas científicas que ofrecen. Y, desde luego, que dichos materiales contribuyan en la medida de lo posible a un desarrollo y progreso más igualitarios en este mundo que distribuyen tan injustamente las riquezas.


Un saludo cordial.


Nota1: utilizo el género masculino de forma genérica para facilitar la lectura, por lo que los sustantivos en forma masculina hacen referencia a personas de ambos sexos.
Nota2: al hablar de países subdesarrollados o países en vías de desarrollo, me refiero indistintamente a los países pobres, en contraposición a los países ricos o desarrollados.

Bibliografía:

-GARCÍA PÉREZ, María Sandra. “Los nuevos instrumentos de comunicación científica: el conocimiento de todos. Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios. Nº 83 (Junio 2006), p.19-27.

-RODRÍGUEZ BRAVO, Blanca. “El documento digital y los repositorios institucionales”. En: II Jornadas técnicas de archivos en la administración local (Málaga 9 y 10 de marzo de 2006).

-SÁNCHEZ TARRAGÓ, Nancy. “La comunicación de la ciencia en los países en vías de desarrollo y el Movimiento Open Access”.

martes, 7 de agosto de 2007

"Paris, ville antique": un viaje a la antigüedad


Hace algunas semanas hablaba en una de mis entradas del proyecto de reconstrucción virtual de la antigua Roma en todo su esplendor realizado por la Universidad de Virginia (Estados Unidos) denominado “Rome Reborn”.

Para todo aquel que sea amante de la Historia Antigua, como es mi caso, le traigo una buena noticia, un nuevo recurso. Hace algunos días, en unos pocos minutos de navegación dejándome llevar por las corrientes de la WWW, tuve la suerte de encontrarme con el sitio Web “Paris, ville antique”. La página ha sido realizada gracias al Ministerio de Cultura y Comunicación francés y al Ayuntamiento de París.

No se llega a realizar una recreación virtual en movimiento, como en el caso de “Rome Reborn”, pero la web está excelentemente diseñada, muy atractiva visualmente, con gran cantidad de información sobre Lutecia (París, en la Antigüedad) y con una gran cantidad de documentación gráfica, sobre todo en cuanto a objetos que han podido ser recuperados a pesar del paso de los siglos (con excelente definición y muchos de ellos en movimiento).


El sitio web se centra especialmente en el período histórico del Alto Imperio Romano (III), pero da cabida a todos estos apartados:

  1. El emplazamiento natural.

  2. Los primeros poblamientos de la región, incluyendo la “Lutecia gala”.

  3. La Lutecia del Alto Imperio Romano.

  4. La Lutecia del Bajo Imperio Romano.


En el tercer período, se nos habla con profusión de los siguientes aspectos:

  1. La Villa, con todos sus edificios (el acueducto, el foro, la necrópolis de Saint-Jacques, las termas de Cluny, el Anfiteatro, etc.), gráficos de las plantas de los mismos (que pueden servir perfectamente a cualquier estudiante de arqueología romana) y reconstrucciones virtuales.

  2. Aspectos de la vida cotidiana: el comercio y el transporte, la producción de cerámica, la producción de yeso, la alimentación, y otros elementos de gran valor hallados a lo largo del tiempo.

  3. La investigación en París, las distintas fases de los descubrimientos arqueológicos en la capital gala hasta la actualidad.

  4. Un itinerario antiguo, que nos permitirá viajar casi veinte siglos al pasado, recorriendo por el París actual, la Lutecia del Alto Imperio. Sin duda, un excelente reclamo turístico y una gozada para los sentidos.


También es realmente muy interesante la documentación que se nos muestra de los otros períodos, para conocer los orígenes del actual París, y cómo fue decayendo Lutecia a la par que el Imperio Romano, aunque conservando parte de su monumentalidad (también con reconstrucciones virtuales de los edificios más importantes, como la Basílica, el Palacio, etc.)

Además se nos ofrece una guía práctica (con los principales museos de la capital relacionados con Lutecia, y los restos de monumentos que aún se conservan), una Bibliografía y una cuidada Cronología.

Se trata de un excelente recurso electrónico para las bibliotecas, con amplias posibilidades pedagógicas, que puede servir como estímulo para aprender francés (la página también está disponible en inglés), y que promete hacernos disfrutar durante horas y horas de la Historia Antigua de una manera práctica y atractiva, tanto a los amantes de la Historia, como para los que simplemente deseen curiosear un poco. Además, esta web nos enseña claramente cómo la Arqueología (nos guste o no a quienes amamos la Historia) ha de aliarse con la industria turística, porque ambos sectores pueden beneficiarse mucho de esta colaboración. Y porque, en la actualidad, sólo atrayendo la atención de un sector comercial tan poderoso como el turismo, la Arqueología puede difundir todos sus conocimientos y hallazgos a todos los públicos.

En fin, un sitio web de una calidad sobresaliente. De ahí que me haya descrito detenidamente la página. Que disfrutéis mucho.


Un saludo cordial.



Nota: la foto ha sido extraída de la página web http://www.paris.culture.fr/, se trata de una infografía de A.-B. Pimpaud.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Documentación electrónica: más allá de una cuestión archivística

Desde hace unos años, el crecimiento de la documentación electrónica se muestra imparable y ya supera ampliamente a los documentos en papel. En muchos casos, el documento digital es una simple traslación de soporte de un documento tradicional. En otros caso, la documentación es digital desde su origen y no tiene plasmación en papel.

Este fenómeno es de crucial importancia en los ámbitos universitario y científico, pero su presencia se incrementa con enorme rapidez (aunque con desigualdades) en otros campos, mucho más cercanos a la vida cotidiana como son el comercio electrónico y el E-Government. A estos últimos aspectos quiero referirme en texto.

Los gobiernos estatal y autonómicos están dando un gran impulso a la administración electrónica y a la firma digital. Pero, a pesar de ello, muchos somos los que todavía tenemos ciertas dudas sobre la validez de la documentación electrónica y preferimos realizar los trámites administrativos a la antigua usanza, porque seguimos aferrándonos al nivel probatorio del papel, que resiste cualquier eventualidad. Además, más de un caso ha llegado a mis oídos de personas que se han inscrito en oposiciones vía telemática y, al aparecer las listas provisionales, no han salido de su asombro al ver que sus nombre no estaban y que el organismo competente les respondía que no tenían constancia alguna de la acción administrativa. En estos casos, ¿cómo demostrar que realmente uno ha hecho lo que dice haber hecho? La conclusión es que la persona en cuestión se queda en una situación de “limbo administrativo” y fuera de la convocatoria de oposiciones.

La posición en la que se encuentra el E-Commerce se me antoja todavía más precaria. A la hora de realizar una compra en una página web comercial, hay que andarse con mucho cuidado. Se tiene una sensación parecida a la de estar dando información confidencial (dirección, nombre y apellidos, número de tarjeta de crédito, etc.) a un sujeto sin rostro, que puede hacer uso a su antojo de dicha información (a pesar de las leyes que regulan la protección de datos y el comercio en la Web). Y pobre de aquel consumidor que sea engañado, ¿cómo podrá verificar que lo que dice haberle sucedido es cierto, con qué “papel”? No son pocos ya los casos aparecidos a través de los medios de comunicación que prueban que los timos por Internet son mucho más difíciles de probar que los perpetrados físicamente.

La gravedad de los hechos requiere que se afronte el problema rápida y seriamente, tanto desde las Administraciones públicas como desde las empresas privadas. El caso ENRON, por el que la gran empresa eléctrica estadounidense ocultó sus malas prácticas contables a sus accionistas y a las autoridades económicas del Gobierno federal, fue el verdadero revulsivo de la puesta en marcha de herramientas que impidiesen los delitos cibernéticos.

Para hacer frente a estos delitos, se ha desarrollado un importante trabajo legislativo en los diferentes países occidentales (Anexo 1, me restrinjo al ámbito español) que, paralelamente, ha ido acompañado (como no podía ser de otra manera) de una ingente labor normativa en el campo de la archivística (Anexo 2).

No pretendo provocar una “indigestión legislativa y normativa” en el lector, simplemente ofrecer un rápido enlace a estas leyes para que las consulte tranquilamente aquel que esté interesado en la materia.

Para la aplicación de todas estas normativas no se requiere reinventar la Archivística, sino simplemente adaptarla a las nuevas necesidades y cambios tecnológicos. Las normas ISAD (G) siguen siendo plenamente válidas ya que la información, en esencia, continúa siendo la misma. El formato en que esta se encuentre no varía sus características. Lo que realmente sí es un problema, un gran quebradero de cabeza para los arquitectos de los sistemas de gestión de datos es la gran diversidad de tipos de la documentación electrónica:

-Documentos digitales desde su origen.

-Documentos en papel que son digitalizados.

-Documentos firmados electrónicamente.

-Datos en una base de datos que nunca se convierten en documentos.

-Los distintos pasos de un trámite (“workflow”) recogidos por una aplicación informática y que nunca llegan a convertirse en un documento.

-Formularios electrónicos cumplimentados a través de Internet (lo más corriente en las compras en línea).

-Correo electrónico.


Para lograr un adecuado sistema de gestión de documentos electrónicos hay que ejecutar los siguientes pasos:


-Definir el esquema de metadatos. A la hora de realizarlo, lo más conveniente es seguir el modelo realizado por la DCMI, ya que es el esquema de metadatos de uso más generalizado (ratificado por la ISO 15836) y porque permite a la organización correspondiente una destacada flexibilidad, pudiendo adaptar la estructura a sus necesidades. Se parte unos 15 conceptos básicos, que se dividen en tres grupos en base al tipo de información que incluyen: Contenido, Propiedad intelectual, e “Instantiation” (documento concreto).

En Archivística se utiliza universalmente el estándar EAD (Encoded Archival Description) (que se integra dentro de los DTDs, Document Type Definition) basado en la semántica de SGML y XML. No es un esquema de metadatos, aunque sí se le asemeja bastante, se trata de un conjunto de metaetiquetas.


-Disponer de un buen modelo de acceso y seguridad, que distinga personas, permisos sobre los documentos y grupos de documentos.


-Definir la trazabilidad necesaria para capturarla y conservarla. La palabra “trazabilidad”, según la Wikipedia, consiste en el conjunto de medidas, acciones y procedimientos que permiten registrar e identificar cada producto desde su origen hasta su destino final. Para la documentación esto se traduciría en discenir las distintas fases de un proceso administrativo o comercial.

Lo cierto es que, si todo este proceso es difícil de narrar y describir, mucho más complicado debe ser llevarlo a cabo. Si utilizo toda esta terminología es porque verdaderamente no queda más remedio.


Por otro lado, hay que reseñar que la necesidad acuciante de un control y mantenimiento adecuados de la documentación electrónica no parece estar siendo acompañada de la creación de los correspondientes archivos digitales. Ello se debe a la falta de conciencia que existe sobre el valor administrativo de todos los documentos, sea cual sea su soporte. Aunque esto realmente no lo veo claro del todo porque si no: ¿cómo se entiende que la auditora Arthur Andersen (que estaba al servicio de Enron), una vez que las autoridades estadounidenses comenzaron a investigar a la empresa eléctrica, diera la orden de destruir todos los e-mails relacionados con el caso? Se ve que la información contenida en esos correos electrónicos era muy comprometida y digna de que se hubiese conservado para que los Tribunales de Justicia hubiesen investigado a fondo todas las triquiñuelas de Enron y de Arthur Andersen. Es decir, que la auditora tenía mucha conciencia (o la adquirió repentinamente, a saber) del valor de la documentación digital.
Es curioso que, a pesar de que Estados Unidos se encontraba (y encuentra) a la vanguardia de Internet y de las nuevas tecnologías, se vio claramente sorprendida por este escándalo.


Quizá, al principio, cuando Internet sólo era utilizado como medio de información, la necesidad de sistemas de gestión de la documentación electrónica no significaba algo tan urgente. Pero, a medida que Internet se ha ido mostrando como una importantísima vía de negocio y de formación, hacen completamente preciso que dicha documentación sea tratada con la metodología que anteriormente hemos visto someramente, más aún cuando existe información publicada en las páginas web que no tienen soporte documental alternativo alguno.

La causa principal de haber llegado a esta caótica situación se encuentra en que, hasta la actualidad, el único valor que se ha reconocido a Internet, en general, es su inmediatez. De ahí que la documentación de los sitios web se modifique, se actualice sin “miramientos”, sin tener en cuenta que, en cada momento, los documentos electrónicos tienen un valor intrínseco, del mismo modo que aquellos cuyo soporte es el papel y son guardados en archivadores A-Z (por ejemplo). Y a ello se debe que, hasta el presente, todo el énfasis se haya puesto en el desarrollo de los buscadores, para localizar con rapidez cualquier tipo de información. Y se haya dejado de lado la cuestión de la custodia y de la preservación de los contenidos.

En fin, a pesar de estar inmersos en una revolución tecnológica, casi recomendaría realizar los trámites administrativos (ya sea con las Administraciones o con las empresas) “como siempre” porque, aunque nos lleve más tiempo y más viajes, es muy probable que en muchos casos nos ahorremos más de un dolor de cabeza. El papel, de momento, sigue siendo el soporte que mejor resguarda la información y, aunque en más de una ocasión se convierta en “papel mojado”, seguirá siendo papel y tendremos algo a lo que agarrarnos. Aparte, cuando publique este artículo haré una copia de seguridad, ya se sabe, por si acaso. No vaya a darme un susto el ordenador. Feliz y serena navegación, compañer@s internautas.


Un saludo cordial.



Anexo 1: Legislación
  1. Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los ciudadanos a los Servicios Públicos
  2. LEY 34/2002, de 11 de julio, de servicios de la sociedad de la información y de comercio electrónico
  3. REAL DECRETO 1163/2005, de 30 de septiembre, por el que se regula el distintivo público de confianza en los servicios de la sociedad de la información y de comercio electrónico, así como los requisitos y el procedimiento de concesión
  4. ORDEN EHA/962/2007, de 10 de abril, por la que se desarrollan determinadas disposiciones sobre facturación telemática y conservación electrónica de facturas, contenidas en el Real Decreto 1496/2003, de 28 de noviembre, por el que se aprueba el reglamento

Anexo 2: Normativa
  1. UNE-ISO 15489:2001, parte 1: Implementación de los sistemas de gestión de documentos.
  2. MOREQ (Model Requirements for the management of Electronic Records): modelo europeo.
  3. Directiva 2003/98/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, para la reutilización de la información del sector público por su incidencia en los archivos y la posible capitalización de sus contenidos informativos: (Resumen ejecutivo).
  4. Recomendación del Consejo, de 14 de noviembre de 2005, relativa a las medidas prioritarias para aumentar la cooperación en el ámbito de los archivos en Europa:
  5. ISO 14721-2003: Reference Model for an Open Archival Information Systems (OAIS)
  6. ISO 23081-1:2004: Information and documentation Metadata for documents

Con carácter más general tenemos la norma ISO 9001:2000 de calidad, que establece los criterios y estándares valorables para implementar un sistema de gestión de la calidad total:


Bibliografía:

-ALBERCH I FUGUERAS, Ramón. “Gestión documental y estándares internacionales”. En: II Jornadas técnicas de archivos en la administración local (Málaga 9 y 10 de marzo de 2006).

-BUSTELO, Carlota. “Gestión de documentos: enfoque en las organizaciones” (publicado en Anuario ThinkEPI, 2007, pp. 141-145)

-GÓMEZ-GUILLAMÓN WERNER, Félix. "La gestión documental y la norma ISO 15489:2001 Record Management"

-RODRÍGUEZ BRAVO, Blanca. “El documento digital y los repositorios institucionales”. En: II Jornadas técnicas de archivos en la administración local (Málaga 9 y 10 de marzo de 2006).

Nota: utilizo el género masculino de forma genérica para facilitar la lectura, por lo que los sustantivos en forma masculina hacen referencia a personas de ambos sexos.