lunes, 27 de diciembre de 2010

La Agencia Española del ISBN: tratando de descifrar su privatización

El Gobierno de España, al igual que el de otros muchos países, ha iniciado una serie de privatizaciones de entidades del sector público con el objetivo de reducir el volumen del déficit público que está lastrando a nuestro país (y con ello a las empresas españolas) a la hora de conseguir financiación en los mercados internacionales. La privatizaciones parciales de AENA y de Loterias del Estado han sido las grandes protagonistras del nuevo paquete de medidas del Ejecutivo del Presidente Rodríguez Zapatero, por su peso en la economía del país, por su rentabilidad y porque su venta al sector privado puede reportar unos 14000 millones de euros al erario público.

Sin embargo, ha habido un privatización que ha pasado casi desapercibida en los medios de comunicación y, por ende, para la opinión pública, pero que es de crucial importancia en el mundo del libro: la privatización de la Agencia Española del ISBN. Voy a tratar de descifrar qué consecuencias acarrea esta medida.

Tal y como aparece en los medios, la Agencia Española del ISBN se remonta a 1972, cuando su gestión fue concedida por la agencia internacional del ISBN, con sede en Londres. Por aquel entonces, el ISBN (International Standard Book Number) ya era una norma ISO, la ISO 2108 desde 1970. La Agencia Española del ISBN era de carácter público, y el gobierno franquista lo hizo así para poder controlar las publicaciones y ejercer un papel censor.

Una vez pasada la dictadura, y habiendo llegado la democracia a España con la Constitución de 1978, la Agencia Española del ISBN siguió siendo pública, hasta la actualidad, desde luego ya sin ejercer ninguna función censora, sino simplemente la de proporcionar un "DNI" a los libros.

¿Por qué entonces privatizarla? Según la FGEE (Federación de Gremios de Editores Españoles) se trata de normalizar su situación, ya que en los demás países las agencias son gestionadas por las asociaciones de editores y sus catálogos del ISBN tienen un carácter comercial. Este aspecto es cierto. No hay más que ver el Portal de la Agencia internacional de la Agencia del ISSN, que no es de consulta pública. Su base de datos, en principio, sólo puede ser consultada por los profesionales del sector así como por sus clientes (caso de las bibliotecas públicas), y el acceso a la misma es de pago. Por ejemplo, para la consulta desde un único ordenador, con autenticación IP, hay que pagar 830 euros. Y para el acceso Z.39.50 desde un único ordenador, con autenticación IP, hay que ingresar 1040 euros. (La lista de precios la tenéis en este enlace). Lo mismo sucede con el catálogo de publicaciones periódicas Ulrichweb, realizado por Serials Solutions.

Por tanto, las editoriales están reclamando algo que consideran que es suyo, como sucede en el resto de países. Sin embargo, lo que hemos comentado en el anterior párrafo sólo se refiere al acceso a la base de datos (que hasta ahora en nuestro país es gratuito). También hay que tener en cuenta el coste de la obtención de un número ISBN. Hasta el 1 de julio de 2011 seguirá siendo gratuito. A partir de entonces, habrá que pagar por ello. La FGEE afirma que conseguir el ISBN no tendrá un coste significativo, sólo unos tres euros por número. En cualquier caso muy lejos de los 160 euros que pueden llegar a cobrarse por un sólo número de ISBN, o de los 54 euros que se cobran al editor que solicita por primera vez un ISBN.
Ya se sabe que, al igual que en otros servicios como la luz, el transporte público, etc., se comienza con muy buenas intenciones y luego nadie se acuerda de ellas y los precios crecen como levadura. Pero si sólo se tratase de 3 euros, al multiplicarlos por 75000 publicaciones anuales (en otros medios se habla de 95000), tendríamos unos ingresos anuales de 2,25 millones de euros. No sé cuáles serán los costes de seguir realizando el catálogo del ISBN español, pero parece que se trata de una interesante cantidad.

Hay detractores entre los propios editores a esta privatización. Es el caso de Jorge Ruiz, responsable de la editorial Sirius, que considera que cualquier privatización innecesaria le parece una mala noticia. Además de que deja abierto el camino a posteriores cobros, como por consulta o a excesivos costes para la obtención de un ISBN como hemos comentado anteriormente.

Además, el responsable de Sirius señala el posible interés de los gremios editoriales de tratar poner obstáculos a la autoedición con la privatización de la agencia española del ISBN. O quizá de, al menos, lograr unos ingresos por las autoediciones de autores noveles que se realizan a través de Bubok o Lulu. De hecho, los costes de conseguir un número de ISBN para las personas que se autopublican serán algo superiores a los 3 euros ya que según afirma Miguel Jiménez (actual director de la Agencia Española del ISBN) los auto-editores requieren de una mayor atención ya que desconocen inicialmente el funcionamiento del sistema, algo que no ocurre con las editoriales.

No se trata de una arista menor de este problema, ya que el ISBN es elemento indispensable para que una obra pueda ser comercializada en grandes superficies, o disponible en las bibliotecas públicas y, claro está, para que esté presente en la mayor base de datos de libros del mundo, la del ISBN.
Así mismo, ha de tenerse en cuenta una cuestión en absoluto baladí: las distintas versiones de una misma obra requieren de diferentes ISBNs, con lo que se requieren diferentes ISBNs para los formatos de tapa dura, bolsillo, librino (aparecido recientemente), a lo que hay que añadir los diversos formatos electrónicos.
Con todos estos datos, y a falta de seguro otros muchos que desconozco, la privatización de la Agencia Española del ISBN parece una concesión a las editoriales españolas en estos tiempos de crisis. Más aún sabiendo que el Estado ha conseguido con su privatización menos de un millón de euros.

El debate sobre si el peso del sector público ha de ser mayor o menor va a ser eterno, y se agudiza en tiempos de crisis. Mas no deja de ser curioso (quizá sea sólo una casualidad) que el último informe de la prestigiosa Consultora internacional KPMG tenga como portada un lobo. Un lobo que parece seguir el rastro de un alce cansado y herido (el sector público) tras un largo invierno frío, y que sólo espera a que su presa se desgaste un poco más para asestarle un ataque mortal. Porque tratándose de una empresa privada, no resulta extraño que KPMG aconseje que el sector público externalice parte de sus servicios públicos a empresas privadas como la mejor medida para no sólo reducir los gastos, sino también para mejorar la eficiencia.

Como vemos, la privatización de la Agencia Española del ISBN trasciende su propio ámbito y tiene un mayor calado y trascendencia. Sin embargo, sólo sus consecuencias en el sector editorial y del libro ya merecen toda nuestra atención y será muy interesante ver cómo evoluciona el funcionamiento de la Agencia.

Espero vuestras opiniones. Un saludo cordial. ¡Feliz Navidad!

Nota: he utilizado como fuentes de este artículo las noticias aparecidas en Cinco Días (escrita por Julián Díez), en El Mundo (escrita por L.G.), el último informe de KPMG "Situación de país-España "(realizado por Cándido S. Pérez Serrano) y la lista de precios de las suscripciones anuales del ISSN International Centre.

sábado, 25 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad compañer@s!

Hola a tod@s, a tod@s l@s amig@s que habéis tenido a bien agregaros como seguidores a este humilde blog, a tod@s lo que de vez en cuando lo visitáis y también a tod@s l@s que llegáis aquí accidentalmente. Quería daros las gracias porque vuestro seguimiento a mis posts es una de las razones más importantes para que este espacio siga vivo un año más.

Porque alrededor de este blog se está configurando una estupenda comunidad de amig@s, quería daros las gracias. Y deciros... ¡¡Feliz Navidad!! Os deseo que paséis unos días de Navidad familiares y muy felices. ¡Pasadlo muy bien! ¡Besos y abrazos!

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Las bibliotecas universitarias del Reino Unido ante un futuro complicado

En estos últimos convulsos años, hemos podido observar cómo la crisis económica y sus consecuencias no entienden de países, ni de instituciones, ni empresas, ni de ningún otro tipo de distingo.
Sin embargo, la situación se tensa aún más (si cabe) cuando la capacidad investigadora y de desarrollo de un país se ve en peligro. Esto es lo que está ocurriendo con las bibliotecas universitarias del Reino Unido, como aparece en una noticia de The Wall Street Journal.

El gobierno británico del primer ministro David Cameron ha acometido una serie de reformas muy exigentes para lograr una drástica reducción del déficit público. Entre estas medidas se encuentra una reducción del 40% de los fondos públicos aportados a la enseñanza universitaria. Para compensar esta medida, a partir del próximo año el importe de las matrículas universitarias se triplicará, lo que ha provocado un intenso malestar entre los jóvenes británicos, que hemos podido ver en las multitudinarias manifestaciones recientes que han tenido lugar en el centro de Londres.

En medio de este nada halagüeño panorama, se encuentran las bibliotecas universitarias británicas, con crecientes limitaciones presupuestarias y un futuro muy incierto. Y, para colmo de males, las editoriales científicas les exigen un aumento del 3 al 6% del precio de las suscripciones a las revistas científicas. Este hecho ya ha comenzado a ser denunciado por las bibliotecas universitarias y de investigación, que han realizado un comunicado pidiendo a las editoriales que reconozcan la realidad de los presupuestos actuales y que, por tanto, moderen sus precios. En caso contrario, el Consorcio de bibliotecas de investigación británicas ha afirmado que se verá obligado a cancelar un importante número de suscripciones, lo que comprometerá gravemente la capacidad investigadora del Reino Unido.

El portavoz de la editorial John Wiley & Sons ha reconocido el futuro incierto que se ciñe sobre la financiación de las bibliotecas, a causa de la recesión económica. Al mismo tiempo, cree que esas declaraciones públicas de las bibliotecas son un instrumento eficaz de negociación (como un modo para restar importancia a la realidad de los últimos años, con constantes subidas de precios). A continuación, se comprometió a que Wiley trabajará con los clientes para salvar las reducciones presupuestarias y afirmó que tienen un historial de compromisos similares.

El portavoz de Reed Elsevier también se comprometió a trabajar con las bibliotecas del Reino Unido y afirmó que tratan de reducir los costos de las mismas mediante el trasvase de las suscripciones impresas a las electrónicas.

El mundo de las suscripciones a revistas científicas es proceloso y muy complicado, como muchos de vosotr@s sabréis, ya que la reducción de costes con el paso a la versión electrónica de las revistas es muy discutible, acompañado del problema de que la versión electrónica sólo implica el acceso a la misma, no su propiedad. Por tanto, cuando una biblioteca decide que no renueva la suscripción a un determinado título, deja de tener acceso tanto a los números nuevos como a los antiguos (que sí suscribió).

Por otro lado, se encuentra la compra de paquetes de revistas electrónicas, que reduce el precio por revista, pero que tiene el inconveniente de integrar revistas relevantes así con revistas poco importantes. Quizá en otro post retome este tema de las suscripciones electrónicas, que es muy extenso y complicado.

La clave principal de los problemas de las bibliotecas universitarias y de investigación se halla en la afirmación del analista de medios Claudio Aspesi: no se puede asumir como algo eterno un aumento de los precios más rápido que el del presupuesto de los clientes. El señor Aspesi estima que los precios de la suscripción a los paquetes electrónicos han tenido un crecimiento superior a la inflación anual, en torno al 4,5 y 5,5%. Esta situación sólo podía mantenerse, con muchas dificultades, en años de bonanza económica. De hecho, el Consorcio SCONUL (Society of College, National and University Libraries) aumentó su gasto a un ritmo del 4% anual entre 2004 y 2008. Sin embargo, en cuanto el panorama económico ha empeorado, el problema ha salido a la luz con toda su crudeza.

En todo caso, no se trata de un problema que sólo afecta al Reino Unido, es una problemática mundial que preocupa a todos los países europeos (desde luego, también a España), a Estados Unidos, incluso también a China, donde un grupo de más de 30 bibliotecarios de las mejores universidades del país han denunciado que algunos editores les proponen incrementos de los precios superiores al 14%, tras aumentos del 10% en los últimos tres años. Y ya sabemos que la economía china no está precisamente en crisis. Pero tales incrementos son inasumibles, incluso para la mayor economía emergente.

Las bibliotecas siempre están en una situación de crisis. Sin embargo, concretamente las bibliotecas universitarias y de investigación hacía mucho tiempo que no se encontraban en una situación tan complicada que, como hemos dicho antes, no sólo compromete el futuro de sus colecciones, si no también el de la investigación y el desarrollo de los países. Habrá que seguir la evolución de esta problemática, ya que su resolución no parece estar cercana ni ser sencilla, dados los intereses contrapuestos.

Nota: enlace al artículo original publicado en The Wall Street Journal el 25 de noviembre de 2010, escrito por Paul Sonne.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Librino: el libro tradicional se renueva

Que yo sepa, lleva hablándose del tema, al menos, dos semanas. Y yo con tan poco tiempo, siempre el dichoso tiempo. Pero no quería dejar la oportunidad de hablar sobre ello, porque me ha parecido una novedad muy interesante, que muestra que queda mucho por inventar en el libro, en el de papel.

No pretendo contar nada que ya no se sepa, porque ya se ha hablado mucho en estos días anteriores. Simplemente mostrar los aspectos que me parecen más atrayentes.

Por un lado, resulta curioso que la innovación principal de este libro tenga que ver con algo que hemos tenido delante de nuestras narices durante tanto tiempo. Tuvo que ser una imprenta holandesa dedicada a textos religiosos, Jongbloed, la que se diera cuenta de las enormes posibilidades en ahorro de espacio que suponía el papel biblia, y se decidiese a extenderla de las biblias y los libros de salmos al resto de temáticas literarias.

La combinación del bajo gramaje del papel biblia junto con la disposición apaisada de las páginas y su reducido tamaño (cabe en el bolsillo trasero de un pantalón vaquero), convierten al librino en un formato realmente innovador. Y, además, el precio del librino es muy competitivo, diez euros (9,95 para ser más exactos), con lo que puede competir con el formato grande, incluso con el formato de bolsillo.

Ediciones B ha sido la editorial que ha adquirido el derecho exclusivo del formato librino para España a Jongbloed. Y viendo el éxito que ha tenido en Holanda, donde ha vendido 400000 ejemplares en un año, las perspectivas parecen ser bastante buenas para el mercado español.

Sin duda, va a resultar muy interesante cuál va ser la evolución del librino, cómo va a lograr hacerse un hueco y cómo va a conseguirlo. En todo caso, no parece que venga a quitarle el sitio a nadie, simplemente viene a sumar. Probablemente, quien pueda sufrir más si este formato se extiende sea el libro de bolsillo, ya que parece su competidor natural y el librino es un formato más pequeño y más cómodo para leer en el metro o en el autobús. El librino parece más un libro de “batalla”, al contrario del libro grande, de tapa dura, que adquirimos cuando queremos leer y conservar un título.

Quizá sea interesante saber si puede hacer frente a los e-books, que se pueden llevar a todos lados, pero que ocupan más espacio y que necesitan de un lugar cómodo (al menos estar sentados) para ser leídos. ¿Quién dijo que el libro tradicional estaba acabado? El libro y el librino están aquí para quedarse, por mucho tiempo.

Si os apetece escuchar la entrevista que le hizo el Ciudadano García a Ricardo Artola (director editorial de Ediciones B) en el programa “Esto me suena en RNE”, podéis hacerlo en el podcast al que se llega con este enlace (es el programa entero del 3 de diciembre, la entrevista comienza a la media hora de programa).

Espero que os guste. Saludos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

E-libros y bibliotecas públicas: los problemas crecen

Las bibliotecas, especialmente las bibliotecas públicas, tratan de seguir el ritmo de los tiempos para no quedarse atrás y seguir ofreciendo el útil servicio que durante generaciones han prestado a la comunidad. Sin embargo, los momentos actuales no parecen los más propicios, todo son obstáculos: a la tradicional desidia de la mayoría de las autoridades y al desconocimiento de parte de la población del servicio de las bibliotecas públicas (debido, en buena parte, a lo anterior), se han unido las drásticas reducciones presupuestarias consecuencia de la crisis económica. El artículo que hoy traigo va sobre las nuevas contrariedades que van apareciendo.

En el Reino Unido tratan de superar todas estas dificultades y una tercera parte de las bibliotecas públicas ya ofrecen un servicio de libros electrónicos. Su llegada supone una buena oportunidad de atraer a nuevos lectores, así como de retener a antiguos clientes que están demasiado ocupados o enfermos para visitar la biblioteca durante el horario de apertura. El sistema de libros electrónicos implantado parece muy ventajoso: el usuario descarga el libro que quiere de manera remota, utilizando su tarjeta de la biblioteca y un PIN. Además, el cliente ni siquiera tiene que acordarse de cuando pidió el libro, el libro digital se elimina automáticamente de su lector electrónico una vez ha concluido el período de préstamo.

Pero esta nueva vía está trayendo nuevos problemas. Al parecer se han registrado descargas no autorizadas desde latitudes lejanas como China. Esto ha llevado a la Asociación de Editores (P.A., Publishers Association) a informar a las bibliotecas de que es posible que tengan que prohibir a los usuarios la descarga de libros de forma remota, y que tendrían que acudir a las instalaciones de la biblioteca a descargar el libro electrónico.

Esta situación, a la vez que es regresiva en un momento en que las bibliotecas públicas tratan de innovar en su lucha por la supervivencia, deja sin sentido el propio concepto de libro electrónico.

Lo más interesante de todo es que la propia empresa (Overdrive, con sede en Cleveland) que suministra los libros electrónico considera que la Asociación de Editores está haciendo un desierto de un grano de arena, ya que afirman que los casos de descargas ilegales han sido incidentes aislados contra los que se ha actuado en el plazo de 24 horas tras haberse descubierto. Su sistema tiene controles para asegurar que las bibliotecas que prestan libros electrónicos sólo los ofrecen a los usuarios de su restringida área geográfica.

También, como no podía ser de otra manera, las bibliotecas están trabajando por la defensa de la legalidad y, aunque han recibido peticiones para hacerse socios de personas de China y de Nueva Zelanda, siempre han rechazado dichas peticiones.

En cambio, la Asociación de Editores sigue defendiendo que se tienen que asegurar de que no se trata de una grave amenaza para las editoriales comerciales. Y que, sólo en el caso de las personas discapacitadas, bibliotecas y editoriales arbitrarían la manera para que dichos clientes pudieran acceder al préstamo de libros electrónico de forma remota.

Como opina el novelista Nick Harkaway, las restricciones de los editoriales son algo completamente inútil. Si el préstamo de libros electrónicos conlleva ciertos riesgos, también el préstamo de los libros impresos los tiene, ya que un libro puede ser escaneado en pocos minutos.

También existe otra cuestión problemática: los autores reciben seis peniques por cada préstamo de uno de sus libros impresos, mientras que no reciben ninguna remuneración por el préstamo de sus libros en versión electrónico. Esto significa una traba más a que las colecciones electrónicas dispongan de las obras más leídas y actuales, unida a los temores de las editoriales.

Esperemos que acabe imperando el sentido común (algo que no suele ocurrir, dicho sea de paso) y que las bibliotecas públicas puedan seguir el ritmo de los cambios tecnológicos y de las costumbres de la sociedad. Lo contrario sería arrinconar absurdamente a las bibliotecas públicas e impedir el acceso a una parte cada vez más importante de la cultura a l@s ciudadan@s.

Nota: enlace al artículo original publicado en The Guardian el 26 de octubre del presente año, escrito por Benedicte Page y Helen Pidd.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Los libros en las bibliotecas universitarias : electrónico o papel

Ese es el debate que quiero traer hoy al blog a través de este artículo. Y lo voy a hacer a través de un artículo de la Revista electrónica “Evidence based Library and Information Practice”, realizado por Pamela S. Morgan, bibliotecaria dedicada a los recursos de información en la Biblioteca de Ciencias de la Salud en la Memorial University of Newfoundland (Canadá). Creo que es un tema muy interesante, que traspasa el ámbito estrictamente universitario y cuyas conclusiones se pueden trasladas a otras bibliotecas universitarias.

La irrupción de la edición electrónica en las bibliotecas universitarias en los últimos años ha sido generalizada. El traslado al formato electrónico es casi plenamente aceptado en las publicaciones periódicas. En cambio, no está tan claro lo que sucede con los libros.

Los diferentes estudios hasta ahora realizados resultan contradictorios y se pueden resumir en los siguientes puntos:

-Si los títulos de los libros impresos son poco solicitados por los usuarios, sus homólogos electrónicos también tendrán muy poco uso.

-La elección de las materias resulta clave a la hora que los libros electrónicos adquiridos tengan una circulación relevante.

-Los libros electrónicos tienen mayor circulación que los impresos, lo que no quiere decir que sean más leídos. Es decir, más consulta no implica mayor lectura. De hecho, normalmente los usuarios suelen leer íntegramente o, al menos, más páginas de los libros impresos que de los libros electrónicos.

-La comparación de los libros electrónicos y los libros impresos con respecto a su uso es una cuestión complicada. Una de las razones es que no está bien definido qué es un uso electrónico ni la manera de compararlo con la circulación de los libros impresos.

Este estudio está referido concretamente al ámbito de las Ciencias de la Salud, sobre el que apenas se han realizado estudios específicos. Y se ha hecho sobre la Biblioteca de Ciencias de la Salud de la Memorial University of Newfoundland (Canadá), que asiste a las Facultades de Medicina, Enfermería y Farmacia, que tienen 1500 estudiantes y 130 profesores, lo que nos aporta unas variables que quizá diferencien los resultados y conclusiones a los que se han llegado en este estudio respecto a la realidad española (aunque las diferencias vayan siendo cada vez más reducidas con el Espacio Europeo de Educación Superior).

A la hora de realizar el estudio, la falta de un formato único a la hora de recibir las estadísticas ha supuesto un obstáculo a la investigación. Un ejemplo de ello es que las estadísticas enviadas por Ovid sólo ofrecían los datos de las visitas y no de los visitantes únicos, a diferencia de los datos ofrecidos por MD Consult y Stat Ref!, los otros dos servicios de libros electrónicos a los que está suscrita la Biblioteca de la Universidad de Alberta.

Los datos de los títulos impresos se consiguieron mediante las estadísticas de préstamo del SIGB (Sistema Integrado de Gestión Bibliotecaria) Sirsi Unicorn.

Se ha comprobado que, paulatinamente, el uso de los títulos impresos se ha reducido, llegándose a la situación de que un 27% de los textos del estudio no han tenido uso. Los textos más utilizados son los de Farmacia.

Respecto a los textos en formato electrónico, su uso se ha incrementado año a año. Los más utilizados con diferencia han sido los de Farmacia, debido en parte a que son usados regularmente en una asignatura de laboratorio.

Mayoritariamente, la incorporación de la versión electrónica no ha afectado al patrón de los mismos títulos en versión impresa. Tanto es así que el 72% de la versión impresa de los textos no ha manifestado cambios en su uso. Sólo ha bajado en el 6% de los títulos. E, incluso, ha aumentado el uso de un 5% de los textos impresos. La situación de un 17% de los títulos impresos es cuestionable, ya que en los últimos años su uso ha variado mucho de un año para otro como para atribuirlo a la adquisición de la versión electrónica.

Es interesante una cuestión que señala este artículo: cómo los editores retiran algunos títulos para su adquisición individual, y los incorporan a una base de datos. Con lo cual, si una biblioteca quiere adquirir dichos títulos, tendrá que comprar el acceso a la base de datos, con el mayor coste que supone.

El uso de las versiones electrónicas de los textos parece que seguirá creciendo en los próximos años. Para que esto sea así, influirá positivamente la paulatina mayor familiariedad de los estudiantes con las versiones digitales, la promoción de los bibliotecarios a través de cursos de instrucción en alfabetización informacional, así como la consideración favorable de los profesores, cuya opinión tiene mucho mayor impacto que la de los bibliotecarios.

Por otro lado, la adquisición de las versiones electrónicas parece haber tenido poco impacto en el uso de la versión impresa. De los 82 títulos examinados, sólo 5 parece que hayan tenido una utilización menor en el período analizado, y no ha sido un descenso acusado. Por tanto, el estudio afirma que las versiones impresas siguen teniendo un lugar dentro del campo de las Ciencias de la Salud.

Otro aspecto a tener en cuenta, vinculado con lo anterior, es el relevante descenso de los títulos de colección en reserva. Se trata de textos cuya demanda es alta, por lo que se dispone de varios ejemplares. El estudio muestra que los préstamos de estos títulos ha bajado considerablemente.

Estos datos indican que se requieren estudios posteriores para determinar si el uso de monografías está en declive. Para esto se necesita disponer de una estadísticas prolongadas durante un largo período de tiempo. Algo que no proporcionan muchos editores.

Las estadísticas dadas por COUNTER podrían ayudar a solucionar este problema, ya que proporcionan unas estadísticas estandarizadas y garantizan la contabilización constante de los recursos electrónicos de diferentes editores. Sin embargo, los informes COUNTER para las monografías electrónicas se tienen más tarde y no ofrecen los datos históricos. De modo que mientras no se disponga de un mismo método para las estadísticas de los diferentes proveedores, será imposible hacer comparaciones directas entre paquetes de libros electrónicos.

Además, nos encontramos con el problema de la definición de “uso”. En los libros electrónicos, cada acceso se considera préstamo, sin hacer referencia separada a la singularidad del usuario (visita única), las renovaciones, capítulos utilizados, etc.

La contabilización, no por accesos al título, sino por accesos a un capítulo de un libro tampoco parece una buena manera de medir el uso, ya que exageraría la utilización de los libros electrónicos respecto a la circulación de los textos impresos. Un sistema de medición más adecuado podría ser a través de las direcciones IP, contabilizando un uso por cada acceso ininterrumpido a un recurso. Sin embargo, este sistema se encuentra con el problema de las desconexiones automática que realizan los servidores de libros electrónicos cuando se lleva un tiempo prolongado conectado. Señala que sería interesante realizar un estudio cualitativo sobre este aspecto y cómo aclarar cuáles son los indicios más ciertos de utilización de un recurso electrónico.

Las conclusiones a las que llega el estudio son:

-La Biblioteca de Ciencias de la Salud debe seguir adquiriendo libros electrónicos sobre las temáticas concernientes a su ámbito. Los libros electrónicos son muy utilizados y su uso sigue creciendo, a diferencia de los libros impresos, cuya evolución de la circulación es estática. Además, la edición digital tiene ventajas evidentes en referencia a su uso remoto y a que permite su consulta por múltiples usuarios. También hay que tener en cuenta que suele actualizarse con más regularidad que la edición impresa.

-La selección de los textos electrónicos (al igual que ocurre con los impresos) se manifiesta como una labor esencial. Simplemente el hecho de que un texto esté en versión digital no implica que vaya a ser consultado. Si un libro impreso no es consultado, su versión digital tampoco será consultada. Esto concierne directamente a la elección de los paquetes de libros electrónicos.

-También es fundamental la promoción de los textos electrónicos por parte de los profesores. Este importante factor puede ser complementado por la labor de instrucción y referencia de los bibliotecarios.

-Dado el bajo uso de las colecciones de reserva una vez se tiene la versión electrónica, se sugiere destinar recursos económicos a la adquisición de textos electrónicos, en vez de textos impresos. Esto va especialmente dirigido a textos de consulta generalizada (especialmente cuando se trata de textos cuya consulta es selectiva, es decir, al usuario le interesa leer un capítulo concreto, no todo el libro) para las asignaturas por parte de los estudiantes. Éstos esperan, cada vez más, que los títulos de la colección de reserva estén disponibles en versión electrónica.

-De todos modos, la importancia de los libros impresos no puede ser ignorada. A pesar de la adquisición de la versión electrónica, la utilización de la edición impresa sigue manteniéndose estable, como hemos dicho antes.

-En todo caso, el aparente poco uso general de la colección impresa y la accesibilidad de los textos electrónicos indican que los textos electrónicos han de sustituir a gran parte de los libros impresos. Se considera que es preciso realizar un examen global de la colección impresa para confirmar que el escaso uso es generalizado a toda la colección y, por tanto, dar los pasos necesarios para desarrollar plenamente la colección monográfica electrónica.
 
Nota: enlace al artículo original: Morgan, Pamela S. (2010). "The Impact of the Acquisition of Electronic Medical Texts on the Usage of Equivalent Print Books in an Academic Medical Library". Evidence based Library and Information Practice, Vol. 5, Nº 3, 5-19. 

jueves, 28 de octubre de 2010

Express Library: las nuevas tecnologías ofrecen un nuevo servicio a las bibliotecas públicas

La crisis económica (sí, otra vez, está en todas partes) está afectando con fuerza a las bibliotecas públicas estadounidenses. Las acusadas disminuciones de las partidas presupuestarias están obligando a realizar al cierre de sucursales bibliotecarias, reducción de horas de apertura y despido de personal bibliotecario.

Sin embargo, el espíritu de las bibliotecas públicas por ofrecer el mejor servicio posible a los clientes sigue completamente vigente. Lo demuestra la adquisición de un nuevo ingenio adquirido por un creciente número de bibliotecas públicas estadounidenses.

Su nombre es Express Library y se trata de una especie de armario metálico con diferentes departamentos, ubicado en el exterior de la biblioteca, que permite a los usuarios tomar libros en préstamo cuando las bibliotecas están cerradas. El sistema es muy sencillo: el usuario hace su reserva por Internet y, unos días más tarde, recoge su libro, dvd, etc. de uno de los departamentos, habiendo previamente introducido un código digital.

De manera que las Express Library ofrecen un nuevo servicio a los usuarios, permitiéndoles tomar prestados libros en horarios cuando las bibliotecas públicas están cerradas. Esto es muy importante para muchas personas que no pueden acudir a la biblioteca de su barrio debido a su jornada laboral.

De manera que ofrece un nuevo servicio que antes no tenían las bibliotecas públicas, porque ninguna biblioteca puede ofrecer un servicio de préstamo 24 horas al día, incluidos festivos.

En todo caso, las nuevas tecnologías no van a sustituir al personal bibliotecario porque, como afirma James Lund (director de la biblioteca pública de Red Wing) la verdadera misión de las bibliotecas es la educación pública, y una máquina expendedora no puede ofrecer educación. Como él dice, la ciudadanía necesita educadores.

Por ello, me parece peligroso el titular del artículo de Wall Street Journal que aquí comento: “Las nuevas tecnologías prescinden de los bibliotecarios”. No se puede pensar que las máquinas pueden sustituir a l@s bibliotecari@s. Creer que las bibliotecas son simplemente expendedores de libros es una imagen obtusa de lo que realmente son y representan. Quizá con titulares tan “sencillos” se quiere hacer pensar al contribuyente estadounidense que las bibliotecas públicas pueden ser reemplazadas por máquinas y que, por tanto, las bibliotecas públicas son un gasto del que las administraciones pueden prescindir. Quiero pensar que no es así, aunque tratándose de un periódico financiero y conservador, quién sabe.

Nota: artículo original aparecido en Wall Street Journal, con fecha de 25 de octubre, realizado por Conor Dougherty.

viernes, 15 de octubre de 2010

Y si lo nuevo ya estuviera inventado: Dewey

Tod@s los que tenemos algún tipo de vinculación con las bibliotecas, sea como profesionales o como usuarios, conocemos esos numeritos que aparecen en el lomo de los libros, en los tejuelos. Forman parte de la Clasificación Decimal Universal o CDU. Desde hace mucho tiempo despreciada, principalmente porque es considerada por muchos una estructura rígida, con una sintaxis poco flexible, o porque es un sistema poco amigable para los clientes de las biblitotecas. Poco a poco, le toman territorio los grupos de interés u otra clase de sistemas de organización más inteligibles por los usuarios. Sin embargo, la CDU sigue ahí, presente mayoritariamente en las bibliotecas públicas.

La clasificación Dewey, análoga de la CDU, fue inventada incluso antes. Lleva con nosotros nada más y nada menos que desde 1876. A pesar de todas las críticas que ha recibido y de todas sus limitaciones, siempre me ha parecido un ingenio maravilloso, unos pocos números que son capaces de compendiar todo el conocimiento humano.
Lo más sorprendente es que a esta conclusión ha llegado Phil Shapiro (articulista de PC World, educador y activista del acceso a la tecnología). En un reciente artículo, comenta los problemas que ha tenido para localizar unidades USB económicas y de 256 mb (suficiente capacidad para el almacenamiento de textos) para jóvenes y adultos con bajos ingresos.
Tardó varios meses en encontrar un proveedor que proporcionaba justo el producto que buscaba. Afirma que si hubiese habido un número de la Clasificación Decimal Dewey relacionado con dicho producto, hubiera encontrado rápidamente el producto que buscaba.

Cree que tendría que crearse una codificación DDC para los contenidos de Internet. Y considera que las entidades adecuadas para crear dicha codificación, de manera participativa, sería la Fundación Wikimedia, junto con American Library Association y la Internet Archive. Y la Fundación Gates podría aportar la financiación de dicho proyecto.

Curiosamente, esta idea le surgió a Phil Shapiro cuando observó a un bibliotecario que había memorizado la Clasificación Decimal Dewey e indicaba con exactitud a los usuarios dónde se localizaban los materiales que querían.

¿Se imaginan algo similar en Internet? Desde luego, está claro que, a pesar de todos los avances en las relaciones semánticas de términos, la capacidad de brevedad y de organización que ofrecen los sistemas numéricos parece todavía inigualable. La verdad es que extrapolar un sistema análogo al Dewey a Internet, es una idea muy atractiva. Yo no acabo de verlo, me parece demasiado complicado, y no sé si práctico. Pero, ¿y si lo nuevo, si el futuro estuviera ya inventado?

Nota: artículo original aparecido en Pcworld, escrito por Phil Shapiro, con fecha de 29 de septiembre.

viernes, 1 de octubre de 2010

El bibliotecario personal: más que bibliotecario, educador

Hoy os traigo una interesante e innovadora propuesta de la Drexel University (Pennsylvania, Estados Unidos) que va en la tendencia, cada vez más necesaria, de estar cerca de las necesidades de los usuarios, a la vez que hace más visible la labor de las bibliotecas (algo no menos importante).

El “Personal Librarian Program” de la Universidad de Drexel asigna un bibliotecario a cada uno de los 2750 estudiantes de primer año. Antes de que comience el curso, los bibliotecarios se ponen en contacto con los estudiantes a través de correo electrónico. Luego, se reúnen en persona con ellos y les ofrecen un curso intensivo sobre la oferta de la biblioteca. Y su ayuda se prolongará durante todo un semestre, en la que les animarán a utilizar los recursos bibliotecarios y les ayudarán a utilizarlos.

Los bibliotecarios cumplen un papel similar al de los Entrenadores personales. Y esta ayuda se muestra indispensable ya que, como afirma Danuta A. Nitecki (decana de las bibliotecas de la Drexel University), el mayor problema  que tienen los estudiantes no es cómo utilizar los motores de búsqueda, sino qué es lo quieren encontrar. “A menudo, no sabe lo que están buscando”, sentencia la Sra. Nitecki.
Este programa de la Drexel University trata de redefinir el papel de la biblioteca. Y, además, al lograr que los estudiantes interactúen con los bibliotecarios, destacan y refuerzan el rol de éstos como educadores.
Como señala la Sra. Nitecki, con esta iniciativa se consigue que las bibliotecas sean más acogedoras y atractivas.

De hecho, el Personal Librarian Program ya ha despertado el interés de muchos estudiantes universitarios y de otras bibliotecas universitarios.

Sin duda, puede parecer un esfuerzo casi faraónico para muchas universidades, pero se trata de una posibilidad de cambiar la visión sobre las bibliotecas de nuestros usuarios. Cambiarla para bien. El esfuerzo puede requerir muchas horas de planificación y de elaboración de materiales, aparte de horas de atención al usuario. Pero seguro que el esfuerzo merece la pena. Ojalá que cunda el ejemplo.

Nota1: la fuente original es la noticia aparecida en "The Chronical of Higher Education", escrita por Travis Kaya, con fecha de 14 de septiembre.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Minería de datos: las consecuencias de cambiar comodidad por seguridad

Creemos que somos dueños de nuestra intimidad, que sólo saben de nosotr@s lo que queremos que sepan, quienes queremos que lo sepan. Parece un trabalenguas, pero eso es lo que pensamos.

Sin embargo, todos tenemos una cuenta de correo electrónico, la tarjeta de puntos del Ikea o del Carrefour, una cuenta de Facebook y una cuenta bancaria on line. Algunas de estas cosas son accesorias, podríamos renunciar a ellas sin demasiado reparo. En cambio, otras nos facilitan mucho la vida. Por ejemplo, estar al día de la evolución de nuestra cuenta corriente es algo muy útil y nos permite evitar ir al banco a hacer algo antes muy habitual, actualizar la cartilla.

Otros elementos ya se han vuelto casi indispensables, como tener una cuenta de correo electrónico.

Y otros nos permiten ahorrarnos unos eurillos, véase tener la tarjeta del Mercadona.

En todos los casos, dar nuestros datos personales parece una cuestión menor, no nos cuesta nada hacerlo. Sin embargo, para las empresas nuestros datos y la actividad  que realizamos, reflejada en nuestro historial de llamadas telefónicas, compras realizadas en el supermercado, transacciones económicas efectuadas, etc., supone una información de incalculable valor. Ésta les permite afinar mejor sus campañas de captación de clientes, de publicidad, etc.

Como dice Jorge Franganillo en el artículo que aquí comento y resumo, a las empresas no les interesa saber qué yogur me gusta o qué cantidad de gasolina echo a la semana. No le interesan los datos individuales, sino el conjunto de datos de cientos de miles de consumidores y el análisis de los mismos a través de la llamada "minería de datos", para determinar los hábitos de consumo.

Si queremos usar muchos servicios, no nos queda más remedio que aceptar las cláusulas de uso que imponen las empresas, pero ¿es ético y justo que nuestra intimidad, reflejada en nuestros hábitos de consumo, sea conocida por terceras personas, en este caso empresas? ¿A quién le importa cuál es nuestro champú preferido?

Además, el conocimiento de los mencionados datos puede llevar a realizar actos claramente discriminatorios. Por ejemplo, al saber nuestro código postal, las empresas saben en qué barrio vivimos, con lo que podemos tener más dificultades para conseguir un préstamo.
Un caso menos obvio, y que clarifica cuan sofisticados pueden ser los análisis de las empresas, es el siguiente: en Francia se ha demostrado estadísticamente que los compradores de coches rojos tienen un mayor porcentaje de impago de los préstamos. Por tanto, las personas que quieran comprar un coche rojo, están expuestos, indistintamente, a tener que pagar un tipo de interés mayor que quien adquiere un coche de color negro. No cabe duda de que esto no es justo, se trata de un acto claramente discriminatorio.

Quizá la velocidad a la que va la vida actual no nos deja pararnos a reflexionar. Por ello, artículos como el de Jorge Franganillo son muy saludables, si no para evitar lo inevitable (vivimo en un mundo informatizado, en el que todo queda registrado), al menos sí para entender el mundo que nos rodea.

Saludos.

Nota: el artículo original: Franganillo, Jorge Implicaciones éticas de la minería de datos. Anuario ThinkEPI, 2010, vol. 4, pp. 320-324.

jueves, 16 de septiembre de 2010

¿Gratis es más público? (II)

Continuando con el post del último día, estoy seguro de que la mayoría pensará: "¿de repente hacer de pago los servicios bibliotecario, cuando siempre han sido gratuitos? ¡Será la ruina de las bibliotecas! Además, ahora que estamos en crisis. Por no hablar de que quienes más visitan las bibliotecas no son precisamente las personas con más recursos."

Y desde luego que no les falta razón a tod@s los que piensen así.

Pero lo que yo quiero plantear aquí no se queda en establecer unas tarifas para, quizá, conseguir algunos euros más para mantener las bibliotecas públicas. Se trata de una reflexión general, que también incluye a las bibliotecas, pero que va mucho más allá, que se refiere a todos los servicios públicos.

Seguro que os acordáis de la "urbanidad", aquello que estudiaron en el colegio nuestros abuelos y nuestros padres, y que ahora se llama civismo. Pero que en un tiempo u otro, ahora o ayer, significa lo mismo: respetar las normas de convivencia pública. Dentro de lo que también se encuentra hacer un uso adecuado y respetuoso de los bienes y servicios públicos.

¿Cuántas veces hemos visto romper o quemar una papelera o un contenedor por un chaval? Ni se sabe cuántas veces. ¿Y por qué no le importa hacerlo? Porque sabe que no va a pagar el desperfecto, que dentro de unos días habrá una nueva papelera por arte del birlibirloque.

Pero no, no nos equivoquemos, todos sabemos que el desprecio de la cosa pública no es patrimonio de los adolescentes. Por el contrario es algo que heredan de los mayores, como no podía ser de otra manera. O acaso más de una vez, estando en la playa, no hemos ido a recriminar a alguien que tires las colillas en la arena o que deje su basura en la arena, y nos ha respondido de malas maneras algo así como: ¿Qué pasa? ¡La playa es de todos! O como mucho nos diga con fingido arrepentimiento: Lo siento, iba a recogerlo.

Sinceramente, estoy harto, cansado de estos comportamientos. He llegado a la conclusión de que todo aquello que no cuesta dinero, no se valora. Es decir, todo lo que es público, pagado con nuestros impuestos.
Y esto mismo es lo que ocurre con las bibliotecas públicas. Se cree que las bibliotecas , como bien y servicio público, son como setas, surgidas del suelo de modo natural. Y no se aprecia todo lo que ofrecen a la sociedad. Muchos pensarán que no cobrar por los servicios no es precisamente la manera más adecuada de que los ciudadanos valoren más a la profesión bibliotecaria.

Pero yo no hablo de cargar sobre los usuarios unas altas tasas, principalmente sobre el préstamos de materiales. Simplemente plantearía el cobro de un precio simbólico por préstamo, por ejemplo 25 céntimos de euro (tasa de la que podrían estar exentos algunos grupos poblacionales personas en paro, jóvenes y personas con bajos ingresos).

Es posible que durante algún tiempo los usuarios se sorprendieran y también se quejaran. Pero con el tiempo verían que no es nada gravoso y valorarían más las bibliotecas y a los bibliotecarios.

Realmente las bibliotecas públicas apenas conseguirían dinero para financiarse con esta tasa, pero lograrían algo mucho más importante, hacer ver a la población que nada es gratuito, que tenemos que cuidar los bienes públicos, que son de todos porque los pagamos todos.

martes, 14 de septiembre de 2010

¿Gratis es más público? (I)

Hace unos días leí un artículo de opinión de Tomás Baiget referido a los servicios de información de las bibliotecas y la opinión muy mayoritaria de los bibliotecarios de que los servicios bibliotecarios en general han de ser gratuitos. Y Tomás Baiget argumentaba que este posicionamiento hacía que las bibliotecas públicas (en todas sus tipologías) actuasen a modo de monopolio que asfixiaba cualquier iniciativa empresarial privada que tratase de realizar servicios de documentación a otras empresas.

Sin duda me pareció una reflexión interesante sobre la gratuidad o no gratuidad de los servicios ofrecidos por las bibliotecas públicas. En España, se ha elegido claramente la gratuidad. Pero sabemos que otros países, especialmente los anglosajones, han preferido repercutir sobre los usuarios parte de los gastos de los servicios.

Todo esto me lleva a preguntarme: ¿el carácter gratuito es inherente a lo público?

Con poco que lo pienso, llego a la conclusión de que no. Por ejemplo, todos estaremos de acuerdo en que los servicios de transporte municipales son un servicio público. Pero a nadie se nos ocurre entrar en un autobús municipal sin pagar previamente el billete.

¿Si esto es así con el transporte municipal, por qué no puede ser parecido con las bibliotecas?
Sí, ya lo sé, los usuarios ya pagan con sus impuestos las bibliotecas, y la cultura y la información son un derecho social. ¿Pero acaso es menos derecho y menos social la recogida y tratamiento de basuras, o el servicio de aguas municipal? Los ciudadanos los pagan con sus impuestos y, aparte ,también con tasas periódicas adicionales.

Todavía no quiero decir si estoy o no a favor de que se cobren tasas por los servicios bibliotecarios, no quiero dar pistas. Pero sólo quería hacer una última cuestión, ¿creéis que valoramos suficientemente lo público (en general)  o que, por el contrario, lo tenemos en muy poca estima?

Espero que os interese el tema y que participéis con vuestros comentarios. Hasta el siguiente post. Saludos.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El impacto de la Web 2.0 en las revistas científicas

Las editoriales científicas están cada vez más interesadas en saber más sobre su influencia en el mundo académico. De ahí que estén apareciendo nuevas herramientas a través de proyectos como MESUR, COUNTER o Usage bibliometrics. Para conocer con más profundidad esta cuestión, he acudido a un reciente artículo de El Profesional de la Información, realizado por Álvaro Cabezas-Clavijo y Daniel Torres-Salinas (1).

La editorial PLoS ha implementado una serie de indicadores únicos para medir el uso de sus publicaciones. Concretamente se trata de 23 indicadores que se pueden situar en los siguientes cuatro grupos:

-Interacción y participación del usuario (comentarios; puntuación de los artículos)

-Uso de los artículos (descargas del archivo; visitas o accesos al texto completo sin descarga)

-Difusión en la Web 2.0 (enlaces y menciones de los artículos en los portales especializados de blogs científicos; bookmarks o etiquetado social)

-Reconocimiento tradicional (citas)

El análisis de los resultados de los diferentes indicadores ha indicado las siguientes cuestiones:

-La escasa implantación que tiene la Web 2.0 en la comunidad científica. Los enlaces en blogs científicos y el etiquetado están muy poco incorporados a las rutinas de los científicos.

-Siguiendo la misma senda, los comentarios y las puntuaciones de artículos son escasamente empleadas. Esto y la poca implantación de la Web 2.0 se explicarían por el carácter especialmente competitivo y hermético del ámbito científico. Nadie quiere dar la más mínima ayuda a otros investigadores ni enemistarse con una editorial.

-De manera que los indicadores que siguen imponiéndose para saber el impacto de una publicación o de un artículo son los tradicionales: número de visitas y de descargas, y número de citas.

-Por otro lado, los autores parecen dejar entrever que el número de citas realizadas a los artículos de las revistas de PLoS (ejemplo que quizá podría extrapolarse con muchas reservas al resto de publicaciones Open Access) es reducido. De manera que la relevancia de los artículos o su impacto en la comunidad científica no es óptimo.

La gratuidad parece que todavía es un valor escasamente tenido en cuenta en el mundo científico, que prefiere gastar importantes sumas de dinero con tal de acceder a las publicaciones y autores más relevantes. No cabe duda que el ámbito científico no tiene nada que ver con las necesidades y gustos del público general (algo que quizá tampoco debiera sorprendernos).

Nota1: Cabezas-Clavijo, Álvaro and Torres-Salinas, Daniel Indicadores de uso y participación en las revistas científicas 2.0: el caso de PLoS One. El Profesional de la Información, 2010, vol. 19, n.4

jueves, 26 de agosto de 2010

Saturad@s de información

Vivimos rodeados de información y con la certeza de que hay multitud de informaciones útiles, tanto para el ámbito profesional como para el personal, que se nos escapan. Y esta situación nos abruma, al menos yo lo siento así con frecuencia. Tenemos la sensación de ser incapaces de asimilar datos que nos servirían para tomar decisiones mejores.

Pero el problema real es que no queremos rendirnos a la evidencia: por mucho que leamos y busquemos, nunca podremos abarcar toda la información existente sobre un tema concreto.

Sobre esto van los dos enlaces que quiero recomendaros hoy aquí.

El 1º es un artículo de Jorge Franganillo que está directamente relacionado con lo anterior y que ha sido el que me ha hecho escribir este post. Se titula "La ansiedad informativa" y nos va ayudar a profundizar sobre la necesidad de gestionar la información, tarea sin la cual nuestro trabajo no va a llegar a buen término.

El 2º es un documental de Redes, el programa de la 2 de Eduard Punset. Se titula "Porque más es menos" y de la mano del psicólogo Barry Schwartz vamos a profundizar sobre la perpetua insatisfacción a la que nos lleva este mundo de sobreabundancia de estímulos, también de información. Y la manera de no sucumbir a ella es aceptar que, casi con toda seguridad, no tomaremos la mejor de las decisiones, porque es imposible tener en cuenta todos los factores que condicionan nuestra decisión. Pero debemos tener la tranquilidad de que, si somos cautos y tenemos en cuenta las cuestiones más importantes, tomaremos una buena decisión. Y no arrepentirnos posteriormente de haberla tomado.

Esto se traduciría para el trabajo de un profesional de la información, formado para elegir las fuentes adecuadas de información, en que si realiza un trabajo concienzudo, hará una buena labor, aunque siempre se le escape algún dato o información. No podemos abarcarlo todo. Y esto es extensible a todos los aspectos de la vida.

Espero que os gusten los dos enlaces, creo que realmente son muy interesantes.

martes, 17 de agosto de 2010

Community manager, un nuevo nicho laboral

Desde hace unos años, la Red ofrece nuevas oportunidades a las empresas, no sólo para dar a conocer sus productos, sino también para escuchar e interactuar con los clientes o con potenciales clientes, lo que les puede ayudar a conocer nuevas oportunidades de negocio, mejoras necesarias de algunos de sus productos, defenderse de campañas de desprestigio, etc.

Todas estas posibilidades estén requiriendo de un nuevo profesional, el community manager. Este “palabro” que ya casi todos hemos escuchado en los medios de comunicación y en publicidad denomina a una nueva profesión cuyas competencias y funciones voy a tratar de resumir aquí a partir de un artículo de Javier Leiva-Aguilera, aparecido en El Profesional de la Información.

Community manager puede traducirse como gestor de comunidades on line, y su papel es el de intermediario entre la empresa (para la que trabaja) y los consumidores. No sólo hace saber a los clientes qué productos ofrece la empresa, sino que también trata de defender a los consumidores ante la empresa. De este modo, la relación cliente-empresa se transforma.

Jeremiah Owyang resume muy bien cuáles son las funciones del community manager: escuchar, responder, informar y conectar a las personas adecuadas. Además, no sólo debe estar atento a lo que dice su empresa o los consumidores, sino que también tienen que estar al tanto del mercado, de lo que hacen el resto de empresas del sector. Estas competencias propias de la vigilancia tecnológica y de la inteligencia competitiva están muy ligadas al perfil del profesional de la información.

Por tanto, se trata de un nuevo nicho laboral, de nuevas oportunidades de trabajo para los titulados en biblioteconomía y documentación. Sin embargo, curiosamente, las empresas no tienen en cuenta al documentalista a la hora de ofertar estos puestos de trabajo.

Como competencias generales para ser community manager, se requieren capacidades que se solicitan (casi como una retahíla) para la mayoría de puestos de trabajo, casi da igual que vayas a ocupar un puesto de informático, repartidor, ingeniero, o teleoperador: aprendizaje autónomo, adaptabilidad a nuevas situaciones, motivación por la calidad, creatividad, espíritu emprendedor, liderazgo, creatividad.
Cuestiones algo más concretas serían: conocimientos informáticos, habilidad en las relaciones interpersonales, comunicación oral y escrita, conocimiento de, al menos, una lengua extranjera.

Las materias más específicas del puesto de trabajo son: analítica web, industria publicitaria, marketing viral, posicionamiento en buscadores, sistemas de gestión de contenidos, técnicas comerciales, plataformas de la web social.

Javier Leiva-Aguilera ha realizado una búsqueda de estas materias en la formación que proporcionan las titulaciones de documentación de las diferentes universidades españolas. Y ha observado que realmente sólo tienen cobertura en sus asignaturas las redes sociales y las gestión avanzada de contenidos.

Esto significa que los documentalistas necesitarán recibir una formación complementaria para acceder a los puestos de trabajo de community manager. Pero, como afirma Javier Leiva-Aguilera, no es ningún hecho dramático ya que, en este actual mundo tan cambiante, no nos queda más remedio que estar constantemente formándonos y estar atentos a lo que sucede a nuestro alrededor.
Nota: enlace al artículo original: Leiva-Aguilera, Javier. "Comunicacion en la empresa y apertura del perfil profesional de los documentalistas". El profesional de la información, 2010, Vol.19, Nº2.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Sugerencias para mejorar el servicio de chat de las bibliotecas

El servicio de chat es una vía de comunicación explorada e implementada en muchas bibliotecas (especialmente universitarias) desde hace varios años. Pero sigue siendo un servicio nuevo y que plantea dudas a los bibliotecarios.

El artículo que resumo hoy aquí trata de aportar respuestas, sugerencias para hacer que el servicio bibliotecario sea más cercano y, sobre todo, más efectivo y útil para los usuarios.

Pascal Lupien, junto a Lorna Rourke, es el autor del trabajo aquí referido y bibliotecario e investigador de la Universidad de Guelph (Canadá), que puso en marcha ya en 2001 un servicio de referencia en línea. Por lo tanto, los autores de este estudio saben ampliamente de lo que hablan.

Con anterioridad a este artículo, ha habido muchos otros que han investigado el servicio de referencia en línea. En base al estudio de las transcripciones de los diálogos bibliotecario-usuario, se han observado muchas cuestiones como el alto porcentaje de preguntas que requerían una detallada información sobre un tema o búsqueda de materiales sobre un tema concreto; el bajo nivel de éxito de los estudiantes al buscar artículos en revistas electrónicas o bases de datos de artículos a partir de la página web de la biblioteca; la necesidad de utilizar un lenguaje “menos bibliotecario” en el sitio web de la biblioteca; también la necesidad de usar un lenguaje más informal (incluyendo los emoticones) a la hora de interaccionar con los estudiantes, con el objetivo de empatizar más y transmitir más cercanía.

Es muy indicativo que las consultas más académicas no experimentan ningún crecimiento, mientras que las consultas sobre cuestiones menos serias si crecen con el tiempo.

Este estudio tiene como finalidad ayudar a las bibliotecas universitarias a decidir si han de tener el servicio de Referencia Virtual, el de Consulta Rápida (para cuestiones generales) o ambos. Concretamente, la Universidad de Guelph tiene los dos servicios.

La metodología utilizada ha consistido en recoger todas las transcripciones realizadas en ambos servicios durante un año. Y se clasificaron en cinco categorías generales:

-Preguntas direccionales (se dirige al usuario a una localización física o a un lugar de la página web)

-Preguntas sobre política y procedimiento (por ejemplo, cuestiones sobre períodos de préstamo o multas)

-Preguntas de “respuesta rápida” (requieren información factual, se responderían utilizando fuentes de referencia)

-Preguntas de búsquedas específicas (por ejemplo, cómo buscar artículos de revistas sobre un tema concreto)

-Preguntas de investigación (que normalmente realizarían profesores o estudiantes de postgrado)

A su vez, las cinco categorías fueron subdivididas en 39 subcategorías en función de las preguntas más recurrentes.

Por otro lado, se analizó el lenguaje utilizado, clasificándolo de formal o informal en base a aspectos como la ortografía, los emoticonos, los saludos, las despedidas, la puntuación, etc.

La recogida de datos fue realizada por una única persona para lograr la mayor coherencia posible.

Por último, se puso una encuesta de satisfacción tanto en el servicio de Referencia Virtual como en el Consulta Rápida. Los resultados se trasladaban a un simple hoja Excel, de modo que la recogida de datos era muy sencilla.

El lenguaje utilizado por los usuarios en “Consulta rápida” normalmente es informal, como el utilizado al hablar con amigos por el Messenger, caracterizado por abreviaturas, faltas de ortografía y palabras coloquiales. Estas características se dan menos en la “Referencia virtual”.

El personal bibliotecario tiene un comportamiento parecido al de los usuarios. En ocasiones, los bibliotecarios invitaron a los clientes a ir físicamente a la biblioteca para poder explicarles el uso de algunas bases de datos o fuentes de referencia, ante la imposibilidad de hacerlo virtualmente debido a las limitaciones del software.

Respecto a las preferencias de los usuarios, hay que destacar que la mayoría prefirieron un servicio de consulta que utilice un software como Messenger a la consulta personal física.

Resulta interesante apuntar que el servicio de Referencia Virtual de la Universidad de Guelph no usa un interfaz similar al de Twitter, MSN, Google, etc., sino un entorno propio de la biblioteca. A esto hay que añadir que se utilizan frases hechas para saludar, despedir o solicitar un momento para responder a la consulta. Además, se solicita (aunque de manera opcional) el nombre y los apellidos, el correo electrónico y el curso al que se pertenece, con la consiguiente pérdida del anonimato. Todo ello le confiere a la Referencia Virtual un carácter formal que no agrada a la mayoría de usuarios.

Sin embargo, parece ser que esa misma formalidad es la que permite que las consultas sean más complejas y puedan responderse adecuadamente.

Un aspecto clave es la utilización del lenguaje informal por los bibliotecarios. El estudio señala que éstos deben aprender y utilizar dicho lenguaje informal de los usuarios. Ello hace que los clientes sientan el servicio como suyo, como un lugar cómodo y agradable. Tampoco tenemos que hacer de “guays”, no creo que se trate de eso. Simplemente se trata de comprender mejor a través del lenguaje y mostrar que somos accesibles. Sé que a muchas personas (es mi caso) no nos expresarnos incorrectamente, pero hemos de entender el chat como un ámbito informal, un verdadero lugar de encuentro. Y si queremos que la gente tenga a las bibliotecas como un lugar interesante a visitar (física o virtualmente), debemos dejar a un lado nuestros prejuicios sobre cómo hay que comunicarse, prejuicios que los actuales jóvenes no tienen.

Continuando con la cuestión de un mayor acercamiento al cliente, un software tipo Messenger nos proporciona aspectos como la familiaridad al tipo de programas que utilizan los usuarios, poner fotos en nuestro perfil, poder ser agregados como amigos por nuestros usuarios y (algo muy importante que con frecuencia olvidamos en los chats institucionales) que aparezca el nombre del bibliotecario. Quizá parezca una cuestión baladí, pero a nosotros mismos, más aún a los jóvenes, nos gusta tener alguien a quien dirigirnos, no a una institución o a algo impersonal, sino a una persona. Posiblemente el icono de sonrisa nos sea muy útil.

La conclusión a la que llega el artículo es que la Universidad de Guelph debería mantener los dos servicios, tanto el de “Consulta rápida” como el “Referencia virtual”, ya que atienden a necesidades diferentes de los usuarios.

Pero señala que la biblioteca de cada universidad o institución puede tener unas necesidades diferentes, por lo que deberán decidir que les conviene más. En todo caso, parece que es inexcusable tener un servicio de chat que permita a los usuarios estar conectados virtualmente con la biblioteca. Desde luego que un servicio de consulta virtual o chat no va a solucionar los problemas de las bibliotecas, ni su incorporación va a ser algo revolucionario. Se trata de algo mucho más sencillo: hay que estar allí donde están los usuarios y cada vez son más los clientes que están en Internet. Por tanto, tener un servicio de chat bien orientado (no sólo por ser “modernos”) es obligatorio. El chat es sólo una vía más de comunicación con los usuarios, pero el mundo es cada vez menos presencial y es fundamental que la biblioteca esté a disposición de la comunidad a través de Internet.

Nota: Rourke, Lorna ; Loupien, Pascal "Learning from chatting: how our virtual reference questions are giving us answers", realizado por Lorna Rourke y Pascal Loupien, aparecido en la Revista canadiense. Evidence based Library and information practice, 2010, Vol.5, No.2.