miércoles, 30 de junio de 2010

Cuando renovarse no puede ser morir: las bibliotecas públicas a debate en el Reino Unido

Los tiempos que vivimos no son los mejores, no cabe duda. La actual crisis económica nos está planteando una serie de retos de difícil resolución y nos está enfrentando a decisiones muy dolorosas que, según nos dicen, son imprescindibles para que el Estado del Bienestar (enseña de Europa, aunque ya sea menos bienestar) siga existiendo.

Repentinamente, las partidas de gasto son cuestionables y revisadas por doquier. En mi opinión, esto es señal inequívoca de que se ha actuado como nuevos ricos y se ha derrochado el dinero. No utilizo la primera persona del plural “hemos” porque no me considero partícipe ni responsable de la actual crisis, del mismo modo que muchos otros ciudadanos. No entiendo porque la inmensa mayoría de los ciudadanos tenemos que hacernos partícipe del fracaso y de la mala gestión de otros cuando anteriormente no participamos en el supuesto “éxito”, que ya vemos a donde nos ha llevado.

En todo caso, actualmente todo gasto es cuestionable, especialmente el público. El gasto público ha de reducirse inmediatamente. Y cuando ocurre esto, ya sabemos que las partidas que con preferencia y con premura se recortan son las de cultura, entre otras. Y con ellas, el gasto en las bibliotecas.

En Reino Unido, el debate está siendo de enorme calado y muy preocupante. Ahora, hay quienes piensan que las bibliotecas son algo prescindible. Esto es lo que viene a decir el informe realizado por la empresa de consultoría KPMG.

Dicha consultora sostiene que los servicios públicos están basados en profesiones establecidas en tiempos georgianos (reinados de Jorge I, II y III, durante el siglo XVIII), oficios como guardia de policía, profesor, cirujano, enfermero, trabajador social, etc.) que fueron organizadas dentro de las instituciones victorianas (la biblioteca, la policía, el ayuntamiento, la ciudad universitaria, el colegio gratuito, el hospital, etc.) y que fueron financiadas y gobernadas por el Estado del Bienestar durante la década de los años 1940. Dice que esta estructura tiene muchas fortalezas, en la medida en que aporta estabilidad a la estructura.
Sin embargo, cree que también es una fuente de inflexibilidad y resistencia al cambio, llegando a quedarse desconectada de la transformación mundial existente. Afirma que en las dos últimas décadas, se ha visto un cambio hacia la gestión mixta, con el uso de las tecnologías de la información, y la privatización de algunos servicios. En cambio, dice que la estructura de servicios públicos ha permanecido intacta.

El informe hace una apuesta firme por la gestión de las bibliotecas públicas por parte de las comunidades locales, en vez de por las autoridades. Sostiene esto, por ejemplo, en que las bibliotecas están teniendo graves problemas de financiación al ser más discrecionales que otros servicios públicos, haciendo alusión a que el uso ha disminuido, con lo que el coste unitario del préstamo por libro se ha hecho más caro que el precio por venta al por mayor de un libro.

Además, afirma que el nivel de resistencia de la comunidad al cierre de las bibliotecas es desproporcionado en relación con su uso. Siguen diciendo que la mayor parte de los espacios de las bibliotecas están mal utilizados, dedicados al almacenamiento de libros poco usados. A pesar de que el e-Gobierno ha hecho bibliotecas electrónicas, todavía las bibliotecas concentran sus servicios en varios edificios.

Habla sobre la oportunidad de que las bibliotecas públicas sean gestionadas por las comunidades locales, con lo que se implicarían más en su devenir y les aportarían un gran valor social. Además, se ahorraría mucho dinero en el pago de un personal sobrecualificado, en un espacio mal utilizado y en acciones innecesarias.

Ante este osado estudio, el célebre poeta Andrew Motion, presidente del Consejo de Archivos, Bibliotecas y Museos, ha declarado en The Guardian que el Gobierno tomaría una decisión errónea si hiciera caso al informe de KPMG. Ha dicho que el sector de las bibliotecas públicas ahorrará dinero, como el resto de sectores públicos. Pero toda buena biblioteca necesita de un personal experto para que funcionen adecuadamente. Cree que, aunque algunos aspectos pueden ser llevados por voluntariado, las tareas centrales han de ser realizadas por personal bibliotecario. Hacer lo contrario sería una catástrofe.

Andrew Motion considera que se trate de bibliotecas tradicionales o modernas, son piezas muy importantes para dar a las personas todo lo que una biblioteca puede ofrecerles, información, placer, instrucción, una nueva dirección en sus vidas. Además ayudan a las personas con dificultades para leer y a quienes están aprendiendo inglés. Poner en riesgo todo esto sería un error absoluto.

Motion acepta totalmente que nos encontramos en un momento en el que hemos de ser capaces de mantener un debate adulto sobre cómo hacer las cosas de otra manera, pero no aceptar la enorme importancia de las bibliotecas y su potencial, como parece mostrar el informe de KPMG, es frustrante a la vista de la labor que han realizado las bibliotecas.

Motion espera que el Gobierno no pierda el tiempo debatiendo sugerencias tan extravagantes.
Cree que no se hace daño alguno a la sociedad preguntándose qué servicios deben ser financiados con fondos públicos y como se deben realizar. Pero sería temerario que una economía moderna abandonara sin motivo los recursos que ayudan al aprendizaje y a construir nuestro potencial como seres humanos. “Estamos en un momento crítico. Es un tiempo para pensar en grande, no para cometer grandes errores que hagan retroceder al país y perjudicar a los más desfavorecidos que necesitan las mejores bibliotecas posibles y el libre acceso a los libros”.

Más allá de este interesante debate, en mi opinión resulta chocante la osadía y el descaro con que las empresas privadas opinan sobre la función pública. Muchos me dirán “¡faltaría más!”. Desde luego que la cosa pública nos afecta a todos y, por ello, es completamente lícito y saludable que esté en boca de todos y sea objeto de una constante reflexión. Pero me provoca perplejidad la reacción agresiva de las empresas privadas muestran cuando desde los poderes públicos se habla de regular sus actividades. “¿Quién es el Estado para decirme cómo he de llevar mi negocio?” Sin embargo, todas las empresas privadas están completamente de acuerdo con que el Estado rescate a ésta o aquella empresa (ya sea un banco, una automovilística, una red internacional de distribución, etc.), amparándose en el perjuicio que puede suponer para el conjunto de la sociedad. ¿En qué quedamos? Si se quiere que el Estado ayude al sector privado, no es una cuestión de solidaridad sino de justicia social que la sociedad en su conjunto reciba una compensación por esa ayuda. Sin embargo, desde la empresa privada, especialmente desde los grandes grupos empresariales, se defiende implícitamente que cuando las cosas van mal “Café para todos”, y cuando las cosas van bien, el sector privado se queda con el café y con la cafetera.
Este posicionamiento me hace ver con indignación estos informes de consultoras privadas que queriendo aparentar una visión “en aras del bien público”, proponen desmantelar los servicios públicos.

No cabe duda de que nos encontramos en un momento crítico, en el que todo es debatible. Todo menos unos servicios públicos mínimos que garanticen la igualdad de oportunidades y la integración de todos las capas sociales. Porque, en caso contrario, ¿qué será lo siguiente, la Sanidad, la Educación, los Servicios sociales? Creo que es el momento de estar muy vigilantes a los movimientos del sector privado y empresarial, porque no podemos renunciar a los derechos de todos en beneficio de unos pocos. Y el Reino Unido, aunque pertenezca al ámbito anglosajón y a un modo diferente de hacer las cosas en todos los ámbitos, también en el bibliotecario, está aquí al lado. Hay que plantarse. Que se gaste el dinero, que se gaste bien y que no se derroche, pero que no se pongan en peligro los servicios públicos. Creo que no es pedir demasiado. Sólo es pedir lo que nos pertenece, lo Nuestro.
Me temo que este artículo ha salido con aspecto de editorial, con carácter muy reivindicativo. Pero no podía ser de otra manera. Un saludo cordial.

Nota:
enlace a la noticia publicada en The Guardian por Alison Flood, con fecha de 11 de julio.

lunes, 21 de junio de 2010

Ser ecológicos: marketing y necesidad (3)

6.Adopción de soluciones energéticas alternativas

El principal obstáculo es precisamente los altos costes de estas tecnologías. Pero la Biblioteca Pública de Fatteville desarrolló una auténtico programa de alianzas estratégicas para llevar a cabo su objetivo. Se asoció con la universidad de la región, una empresa eléctrica, el Estado y un grupo de reflexión para poner en marcha algunas patentes interesantes que hicieran más eficientes los sistemas de energía solar.

El solar de prueba sería el techo de la biblioteca. El sistema fotovoltaico producía pequeñas cantidades de energía, de 10 a 20 kilovatios. Con él, la biblioteca pasó a ahorrar entre 5000 y 10000 dólares al año.

Se trata de un proyecto de investigación desarrollado por estudiantes, proyecto que ayudará a desarrollar la región como un “valle ecológico”, servirá como una incubadora de empresas locales, como modelo para educar a los ciudadanos, y como modelo de promoción de asociaciones público-privadas.

Para la realización de estos proyectos, hay que comprender estas tecnologías y aprovechar las oportunidades. Los pasos serían los siguientes:

-Tomar conciencia. Para ello, será útil leer y aprender cómo otro tipo de entidades han implementado sistemas alternativos de energía.

-Elija el proyecto adecuado. Por ejemplo, si su biblioteca se encuentra en una zona con muchos días de sol, la energía solar sería una buena elección.

-Comenzar con algo modesto. Proyectos pequeños, baratos y con un impacto positivo en la comunidad. Por ejemplo, calentar el agua con energía solar para la cafetería.

-Asegurarnos de que los contribuyentes al proyectos son los adecuados, por ejemplo, ingenieros mecánicos, ingenieros eléctricos, expertos solares y una compañía eléctrica.

-Pensar diferentes alternativas para la financiación del proyecto. Hay muy diversas formas: el alquiler de los sistemas solares (que se pagaría sobradamente con el ahorro de energía), buscar socios para las pruebas públicas (los socios conseguirían mucha publicidad y nosotros tendríamos el equipamiento), asociarnos con una fundación, etc.

7. Continuar con el proyecto

Una vez que tu biblioteca se ha convertido en un edificio energéticamente eficiente, querrás obtener el máximo ahorro posible. Seguir la marcha del proyecto nos ayudará a alcanzar el mayor rendimiento.

Se necesita la formación adecuada, tiempo y una actualización constante para obtener los mejores resultados de los sistemas de iluminación automatizada de la biblioteca y de los sistemas HVAC (Heating, Ventilating and Air Conditioning), así como de las tuberías, del uso de refrigerantes, del riego, de la captación de agua, de los sistemas de monitorización de la calidad, etc. Dado que las condiciones del clima y la celebración de grandes eventos afectan al clima interior del edificio, los ajustes periódicos son necesarios en todo momento de la vida del edificio.

8. Invitar a la comunidad a colaborar a con el proyecto

Un ejemplo de ello fue la creación de la tarjeta eco-fan, un carnet de la biblioteca hecha de material biodegradable que los usuarios pueden comprar en vez de obtener el carnet gratuito. Viene a ser un carnet para los usuarios más implicados en el desarrollo de la colección y en el cuidado del medio ambiente. Las ganancias obtenidas con la venta del carnet eco-fan van destinadas a hacer la biblioteca más sostenible, mediante la compra de bombillas LED y de paneles solares.

9. Educar y ser un líder

Se proponen diferentes iniciativas para difundir y promover las medidas ecológicas de la biblioteca:

-Las iniciativas verdes deben ser conocidas por el público y por los medios de comunicación, y el consejo de dirección y los funcionarios han de ser plenamente informados. Para ello, utilice todas las vías, incluyendo las redes sociales como Facebook o Twitter. La Fayetteville Library promocionó su proyecto de placas solares con un apagón, una noticia para los medios de comunicación y una anécdota divertida para sensibilizar a la comunidad.

-Ofertar conferencias y programas educativos para la comunidad y el personal de la biblioteca.
-Realización de visitas por las instalaciones ecológicas. Que sean conocidas a través del sitio web de la biblioteca o por Youtube, tanto por las asociaciones, Cámaras de Comercio, grupos cívicos, etc. También puede otorgar anualmente un premio al campeón de la ecología entre las asociaciones de la comunidad.

-Realizar exposiciones de libros y materiales sobre ecología. Los libros o DVDs sobre prácticas ecológicas cotidianas o sobre la construcción de viviendas verdes son muy solicitados por el público.

10. Poner por escrito el proyecto

Le permitirá llevarlo a cabo con mayor reflexión y unas bases más sólidas:

-Con las partes interesadas, crear una lista de valores que expresen la sostenibilidad y el compromiso con la misma, a través de una serie de hábitos y prácticas ecológicas.

-Realizar un plan estratégico que conduzca a la sostenibilidad.

-Incorporar los valores ecológicos en las directrices de la biblioteca mediante la modificación de las políticas existentes o con la creación de otras nuevas.

-Incorporar objetivos mensurables para cada medida ecológica, por ejemplo la reducción del gasto en energía eléctrica en un 5% para el año 2011. A continuación, se define claramente cómo la biblioteca logrará ese objetivo.

Si queremos reducir el consumo energético o el gasto en papel es indispensable que sepamos cuánto consumimos los años anteriores. A continuación, hemos de registrar el consumo en los períodos siguientes. Y luego, comparar los resultados. Si hemos tenido éxito, lo celebraremos y lo compartiremos con la comunidad. Si los avances no han sido significativos, tendremos que analizar qué es lo que está pasando y ajustar la estrategia.

En todo caso, como señala la autora, cada biblioteca y su entorno son diferentes. Pero todas las ciudades quieren ahorrar costes, así que ese puede ser un buen argumento cuando hablemos con las autoridades municipales. Comience con objetivos modestos y comparta el éxito con la ciudad. Eso sería como comenzar a hacer rodar una bola de nieve que poco a poco se hace más grande. La ecología, la sostenibilidad y la eficiencia son el presente y el futuro.

Nota1: el artículo original es de Louise L. Schaper, publicado el 15 de mayo en Library Journal.

miércoles, 9 de junio de 2010

Ser ecológicos: marketing y necesidad (2)

La autora ofrece diez pasos para llegar a ser una biblioteca ecológica.
1. El director de la biblioteca debe ser un campeón de la ecología

Es necesario el aprendizaje a lo largo del tiempo, para lograr el compromiso con el cambio en el personal de la biblioteca.
Las actividades de formación ecológica realizadas por otras empresas o entidades pueden ser muy rentables, al formarse una red de participación. Así mismo, pueden cambiarse los hábitos y descubrirse errores a través de entrevistas y evaluaciones de las formas de trabajo.

2. Transformar la limpieza

Una limpieza ecológica supone adquirir nuevos hábitos. Se trata de un aspecto que puede significar una victoria sencilla que le anime a conseguir una biblioteca verde. Han de tomarse varias decisiones:

-Entre las empresas limpiadoras, encuentre a aquellos formados en limpieza ecológica.
-La limpieza debe hacerse temprano, hacia las 6 de la mañana, o justo después de cerrar las instalaciones.
-Deshacerse de los productos químicos perjudiciales.
-Utilice un simple y básico producto de limpieza. Un buen ejemplo es el peróxido de hidrógeno, utilizado en diluciones en proporción del 1 al 5%. Se degrada más fácilmente que la mayoría de sustancias y, aunque es un gran bacteriano, es más amable en el ambiente que el cloro. Además, el peróxido de carbono es un producto con un precio muy económico.
-Comprar productos de limpieza que estén acreditados como ecológicos.
-Utilizar paños de microfibra, que tienen una fantástica capacidad para recoger las partículas más pequeñas.
-Siempre hay que buscar ideas nuevas.

3. Implementar el ahorro de energía y los dispositivos de control
La sustitución de las bombillas convencionales por otras de mayor eficiencia energética es un cambio sencillo de realizar. Las mejores bombillas que existen actualmente son las LED. Son caras pero tienen muchas ventajas: reducen el consumo entre un 50 y un 90%, emiten un 90% menos de calor y tienen una vida útil de diez años (por lo que los costes de mantenimiento y reposición son casi nulos). Para comprar las bombillas LED, será necesario encontrar un proveedor con experiencia.

4. Reducir el gasto energético de los equipos informáticos

Los ordenadores consumen mucha energía y generan mucho calor, con el consiguiente aumento de los costes en refrigeración. Para empeorar la situación, las bibliotecas (al igual que otras organizaciones) dejan los equipos encendidos 24h./7 días a la semana. Por todo ello, es fácil reducir el consumo de electricidad, lo que nos permitirá comprar más equipos informáticos.
Las tecnologías siempre son cambiantes, pero las siguientes estrategias serán muy útiles para ahorrar energía:

-Comprar clientes ligeros (que utilizan un servidor central para todas sus tareas), en sustitución de los pc´s para tareas como el acceso a los catálogos de las bibliotecas o a Internet. Los clientes ligeros son de baja potencia, bajo costo, y de pequeño tamaño, con una versión reducida de Windows. Utilizan una décima parte de la energía de un pc (25 vatios frente a 250).

-Una automatización más económica: cuando adquieras nuevos ordenadores, cómpralos con Intel VPro. Te permiten configurar remotamente los ciclos de energía de tus ordenadores. De este modo, los ordenadores se apagan automáticamente 12 horas cada día. Y los monitores que no se apagan, al no utilizarse entran en modo de ahorro energía, que consume menos de un vatio.

-Encontrar ordenadores más eficientes: las compañías informáticas están fabricando ordenadores cada vez más eficientes energéticamente. Los nuevos modelos pueden ahorrar aproximadamente 130 vatios por hora al año por ordenador.

-Tener una estrategia de servidor que garantice la reducción de potencia. Si no se puede hacer de una vez, hágalo poco a poco. Los servidores no sólo utilizan gran cantidad de energía, sino que producen mucho calor, lo que aumenta los costes de refrigeración.

Una buena opción puede ser cambiar los actuales servidores por servidores blade. Fabricados por varias compañías (Dell, IBM, HP), cuestan la mitad que los servidores tradicionales y emplean un 66% menos de energía. Son de pequeño tamaño, reducen significativamente el cableado, son más fáciles de gestionar para los técnicos informáticos, mucho más sencillo de ampliar y actualizar, etc. Prácticamente todo son ventajas.

5. El uso sostenible de materiales y procesos

La manera más inteligente de lograrlo es planteando “¿Cuánto dinero podemos ahorrarnos?” El bolsillo siempre suele ser lo más efectivo, más allá de otras consideraciones. Algunas ideas son las siguientes:

-Que las tarjetas de la biblioteca sean reciclables o biodegradables. Mejor aún, que sean virtuales.
-Venta de bolsas reutilizables.
-Imprimir con menos frecuencia, y hacer las copias a doble cara.

-Incorporar un boletín electrónico de la biblioteca, y ofrecer el boletín de papel sólo con periodicidad mensual y en formato abreviado.
-Deshágase del agua embotellada en su biblioteca. En cambio, ponga filtros a los grifos y aparatos que enfríen el agua. Siempre serán mucho más económicos que las máquinas suministradoras de botellas de agua mineral.

-En vez de utilizar vasos, cubiertos y platos de plásticos en los eventos, utilice menaje “de verdad”. Con ello, evitará un gasto y únicamente tendrá que lavar los platos. O si adquiere platos desechables, que, al menos, sean de material reciclable.
-Ofrecer alimentos saludables y sostenibles en los eventos. La biblioteca puede asociarse con una tienda local de alimentos naturales. Es una buena manera de ofrecer a la población un modelo adecuado de alimentos y prácticas alimentarias.
-Organizar el reciclaje, ofreciendo contenedores atractivos, con una señalización clara y manteniéndolos limpios.

-Incorporar bastidores de bicicletas, donde éstas se puedan estacionar, incluso plantearse iniciar un programa de préstamo de bicicletas.
-Crear un espacio libre de humos.
-Adquirir vehículos eléctricos e híbridos y estaciones de recarga eléctrica.
-Realizar las reformas de los edificios y el mantenimiento con materiales sostenibles.

Nota1: el artículo original es de Louise L. Schaper, publicado el 15 de mayo en Library Journal.

domingo, 6 de junio de 2010

Ser ecológicos: marketing y necesidad (1)

Hace ya bastante tiempo que nos ha quedado claro que somos unos contaminadores natos, destructores implacables del medio ambiente. Y que la naturaleza no lo aguanta todo, del mismo modo que los recursos naturales no son inagotables.
Las empresas han tardado poco en darse cuenta de que la ecología vende y da buena imagen. No cabe duda de que para las empresas es más una cuestión de adaptación al mercado que de creencia real en la ecología, a pesar de la responsabilidad social que les atribuye la Constitución.

Para la Administración y sus instituciones, la gestión adecuada y respetuosa con el medio ambiente es una cuestión deontológica, ya que están al servicio de los ciudadanos. Pero también supone una oportunidad de mejorar su imagen y de promocionarse.
Dentro de esta corriente ecológica se encuentran las bibliotecas públicas, muchas de las cuales están promoviendo con decisión las Bibliotecas Verdes.

Traigo aquí un artículo referido a este tema que considero de gran utilidad e interés. Por ello, prácticamente lo voy a traducir al completo (en varios posts). En él se expone el proyecto de un sistema público de bibliotecas estadounidense, la Biblioteca Pública de Fayetteville (Estado de Arkansas), de convertirse en biblioteca ambientalmente eficiente. El proceso se inició en 1998, con el concurso y opinión de la comunidad, construyendo una nueva biblioteca que en 2001 logró ser el primer edificio de los EE.UU. que recibía la certificación LEED (Leadership in Energy and Environmental Design) (Nota2) por parte del Green Building Council, el estándar de eficiencia más respetado y utilizado en el país norteamericano. En 2004 se inauguraba la Blair Library, que también recibía la certificación LEED-NC (New construction). Cuando en 2002 estaba en auge la construcción, y los precios subían, algunas personas sugirieron el recorte de los costes ecológicos. Sin embargo, el administrador financiero dijo “no”. Sabía que a largo plazo estos gastos serían rentables. El tiempo le dio la razón y el ahorro en gastos de servicio y mantenimiento costeó en los primeros años el gasto de la construcción.

Tras abrirse la Biblioteca Blair, muchos acudieron a visitarla para aprender del modelo de bibliotecas verdes. Sin embargo, la autora se dio cuenta de que el personal no llevaba totalmente a cabo en sus rutinas los valores que se habían articulado en el proceso de planificación. Esto se materializaba por ejemplo en:

  1. Regalar bolsas de plástico.
  2. Utilizar una excesiva energía eléctrica por la noche, cuando trabajan los servicios de limpieza.
  3. La impresión de miles de boletines mensuales.
  4. El pegado de anuncios de los programas de la biblioteca central en los mostradores de servicio.
  5. La utilización de agua embotellada y cubiertos, vasos y platos de plástico para eventos.
  6. Servir dulces y otros alimentos poco saludables durante la realización de eventos.
  7. Llevar en vehículo a los asistentes a reuniones y restaurantes, cuando se localizaban a unas pocas avenidas de distancia.
  8. Dejar encendidos los ordenadores y los monitores durante las 24 horas, los siete días de la semana.
  9. La utilización de unidades de refrigeración y ventiladores para evitar el sobrecalentamiento del servidor y de los ordenadores.
  10. Ofrecer tarjetas de biblioteca que no pueden ser recicladas.
    Por tanto, no basta con tener un edificio que es energéticamente eficiente. Es necesario difundir sus valores a las prácticas cotidianas del personal.
La autora sostiene que ser ecológico es un compromiso que implica descubrir mejores prácticas, innovar, reducir las ineficiencias, adoptar nuevos hábitos, y medir y reconocer los avances. Supone ver las cosas desde una lente verde.

Nota1: el artículo original es de Louise L. Schaper, publicado el 15 de mayo en Library Journal. Nota2: LEED es la sigla de Leadership in Energy and Environmental Design.

jueves, 3 de junio de 2010

El sentido económico

El post de hoy es más de ciudadano que de bibliotecario. No tiene nada que ver con las bibliotecas.
Tiene que ver con nosotros, una reflexión sobre la sociedad en que vivimos, sobre la economía que nos lleva y sobre nuestra forma de actuar. Temo ser demasiado filosófico ; o demasiado realista, según se vea. Yo sólo pretendo reflexionar y, modestamente, hacer reflexionar al que quiera hacerlo.

El pasado sábado estuve viendo la tele, y me quedé enganchado a “La Noche temática” de la 2. Uno de los documentales me dejó muy impresionado. Y me hizo reflexionar sobre la manera de obrar de los hombres. El documental se llamaba “Las autopistas de la alimentación” (realizado por BBC Scotland).

Comenzaba con una panorámica espectacular de la Tierra, enfocando a Europa, Norte de África y Oriente Próximo, mostrando el incesante tráfico de aviones, barcos y camiones que transportan constantemente mercancías de un lugar a otro de la tierra. Hilos de luz constantes, imparables, moviéndose a toda velocidad.
Luego la cámara enfocaba a lo largo del documental a diferentes partes del planeta, orígenes de todos esos movimientos. La mayoría de los lugares pertenecientes, no por casualidad, a países del tercer mundo. Pero, en todo caso, mostraban como el ingenio del hombre es capaz de salvar todos los obstáculos cuando se propone alcanzar un fin.

Uno de los ejemplos se localizaba en Egipto. Resumiendo, un agricultor egipcio producía patatas para exportarlas a Europa. Hasta ahí, podríamos decir que todo bien. Si no fuera porque produce las patatas en medio del desierto, esquilmando los enormes acuíferos que esconde el subsuelo, y que una vez terminados no se recuperarán. Si esto no fuera poco, las semillas de las patatas se adquieren en Escocia y para su conservación se envían intercalando un musgo irlandés que permite su conservación. Es decir, un sinsentido.

Otro ejemplo todavía más rocambolesco. En Kenia, se producen judías para su exportación, principalmente, a los mercados europeos. Se trata de una auténtica carrera contrarreloj. Las judías se comienzan a pudrir desde el mismo momento en que se cortan de la planta. Y las plantaciones se encuentran en aldeas perdidas, con caminos de tierra casi intransitables. Por cierto, las judías tienen que ser rectas, porque son las que se adecuan al gusto de los consumidores. Si la judía es curva, aunque sea igual de buena que la recta, se tira. Cuando las judías se recogen, tienen que esperar a que una camioneta venga a recogerlas. Durante la espera, gracias una nevera natural confeccionada con carbón vegetal, las judías se mantienen frescas (el invento es realmente ingenioso). La camioneta las lleva hasta un camión refrigerado que finalmente las lleva a la fábrica. Allí las judías se limpian y empaquetan. Y, por último, se envían en avión hasta Europa. Sí, en avión. Las judías se pudren en 6 días y tienen que llegar lo más pronto posible a los supermercados. Otro sinsentido.

Un ejemplo de los países desarrollados es el de la producción de pimientos en los invernaderos de Holanda. Gracias a una avanzada tecnología, ¡tienen una capacidad de producción de hasta 30 kilos de pimientos por metro cuadrado al año¡ Esto se logra en buena parte gracias a unas bombillas especiales, que producen una luz similar a la del sol, y que están siempre encendidas, con lo que las plantas producen las 24 horas del día, los 365 días del año. Pero, claro está, mantener las bombillas constantemente encendidas requiere un gasto energético impresionante para el que se necesita cantidades ingentes de gas natural. Para producir pimientos, se agotan los yacimientos de gas natural, que más bien debieran utilizarse para la calefacción de las casas (y no hay pocas personas en este planeta que pasan frío y apenas tienen con qué abrigarse). Otro sinsentido.

Sí, todo son sinsentidos. Si no fuera porque hay un sentido superior, el sentido económico: la lógica por la que se trata de comprar al precio más barato para vender al precio más caro posible.
Se dice que la Bolsa está controlada por un grupo de especuladores abyectos, sin escrúpulo alguno, que sólo buscan el beneficio inmediato, sin importarle lo más mínimo los ahorradores y, en general, la población. Y es completamente cierto.

¿Pero nos planteamos cuando compramos una libreta en un comercio chino, o cuando compramos una pieza de pescado importada de Chile en el supermercado? Queremos comprar al precio más barato posible igualmente. Nos importan poco los daños al medio ambiente y la merma de los derechos laborales de personas a las que no conocemos. Claro que pensamos que nuestros salarios son bajos, y tampoco vamos a ponernos con tonterías, bastante ajustados llegamos a fin de mes.

Se puede decir que todos los intervinientes de este sistema (el capitalismo) sacan un beneficio. El problema es que unos sacan pingües dividendos y viven como reyes o, al menos, viven cómodamente, y otros apenas consiguen lo suficiente para malvivir míseramente (no es necesario que pensemos en un agricultor africano, pensemos simplemente en un dependiente que cobra 700 euros). Y no cabe duda de que los controladores del capitalismo son los beneficiados de este sistema. Pero la inmensa mayoría de nosotros tampoco va a acabar ni quiere acabar con este sistema porque desea la riqueza del que tanto envidia, el Mercedes, el chalet, la ropa a medida, jugar al golf, etc.

Ese sinsentido tiene toda su lógica en el sentido económico. El sentido económico por el que si todos queremos tener las hortalizas frescas o las verduras frescas en el supermercado, habrá gente que trabaje por un salario mísero y hábitats naturales que se destruyan. El egoísmo parece inherente al hombre y mientras el egoísmo siga imperando, las cosas seguirán igual. ¿Queremos que todo siga igual? El hombre ha demostrado una inteligencia infinita, como hemos visto en los ejemplos. Es capaz de salvar los mayores obstáculos con tal de lograr su objetivo. En este caso, vender sus frutas y verduras. ¿Será capaz, seremos capaces (al menos, algún día) de sacudirnos nuestro egoísmo y establecer un sistema económico justo y acabar con todos los sinsentidos?