El post de hoy es más de ciudadano que de bibliotecario. No tiene nada que ver con las bibliotecas.
Tiene que ver con nosotros, una reflexión sobre la sociedad en que vivimos, sobre la economía que nos lleva y sobre nuestra forma de actuar. Temo ser demasiado filosófico ; o demasiado realista, según se vea. Yo sólo pretendo reflexionar y, modestamente, hacer reflexionar al que quiera hacerlo.
El pasado sábado estuve viendo la tele, y me quedé enganchado a “La Noche temática” de la 2. Uno de los documentales me dejó muy impresionado. Y me hizo reflexionar sobre la manera de obrar de los hombres. El documental se llamaba “Las autopistas de la alimentación” (realizado por BBC Scotland).
Comenzaba con una panorámica espectacular de la Tierra, enfocando a Europa, Norte de África y Oriente Próximo, mostrando el incesante tráfico de aviones, barcos y camiones que transportan constantemente mercancías de un lugar a otro de la tierra. Hilos de luz constantes, imparables, moviéndose a toda velocidad.
Luego la cámara enfocaba a lo largo del documental a diferentes partes del planeta, orígenes de todos esos movimientos. La mayoría de los lugares pertenecientes, no por casualidad, a países del tercer mundo. Pero, en todo caso, mostraban como el ingenio del hombre es capaz de salvar todos los obstáculos cuando se propone alcanzar un fin.
Uno de los ejemplos se localizaba en Egipto. Resumiendo, un agricultor egipcio producía patatas para exportarlas a Europa. Hasta ahí, podríamos decir que todo bien. Si no fuera porque produce las patatas en medio del desierto, esquilmando los enormes acuíferos que esconde el subsuelo, y que una vez terminados no se recuperarán. Si esto no fuera poco, las semillas de las patatas se adquieren en Escocia y para su conservación se envían intercalando un musgo irlandés que permite su conservación. Es decir, un sinsentido.
Otro ejemplo todavía más rocambolesco. En Kenia, se producen judías para su exportación, principalmente, a los mercados europeos. Se trata de una auténtica carrera contrarreloj. Las judías se comienzan a pudrir desde el mismo momento en que se cortan de la planta. Y las plantaciones se encuentran en aldeas perdidas, con caminos de tierra casi intransitables. Por cierto, las judías tienen que ser rectas, porque son las que se adecuan al gusto de los consumidores. Si la judía es curva, aunque sea igual de buena que la recta, se tira. Cuando las judías se recogen, tienen que esperar a que una camioneta venga a recogerlas. Durante la espera, gracias una nevera natural confeccionada con carbón vegetal, las judías se mantienen frescas (el invento es realmente ingenioso). La camioneta las lleva hasta un camión refrigerado que finalmente las lleva a la fábrica. Allí las judías se limpian y empaquetan. Y, por último, se envían en avión hasta Europa. Sí, en avión. Las judías se pudren en 6 días y tienen que llegar lo más pronto posible a los supermercados. Otro sinsentido.
Un ejemplo de los países desarrollados es el de la producción de pimientos en los invernaderos de Holanda. Gracias a una avanzada tecnología, ¡tienen una capacidad de producción de hasta 30 kilos de pimientos por metro cuadrado al año¡ Esto se logra en buena parte gracias a unas bombillas especiales, que producen una luz similar a la del sol, y que están siempre encendidas, con lo que las plantas producen las 24 horas del día, los 365 días del año. Pero, claro está, mantener las bombillas constantemente encendidas requiere un gasto energético impresionante para el que se necesita cantidades ingentes de gas natural. Para producir pimientos, se agotan los yacimientos de gas natural, que más bien debieran utilizarse para la calefacción de las casas (y no hay pocas personas en este planeta que pasan frío y apenas tienen con qué abrigarse). Otro sinsentido.
Sí, todo son sinsentidos. Si no fuera porque hay un sentido superior, el sentido económico: la lógica por la que se trata de comprar al precio más barato para vender al precio más caro posible.
Se dice que la Bolsa está controlada por un grupo de especuladores abyectos, sin escrúpulo alguno, que sólo buscan el beneficio inmediato, sin importarle lo más mínimo los ahorradores y, en general, la población. Y es completamente cierto.
¿Pero nos planteamos cuando compramos una libreta en un comercio chino, o cuando compramos una pieza de pescado importada de Chile en el supermercado? Queremos comprar al precio más barato posible igualmente. Nos importan poco los daños al medio ambiente y la merma de los derechos laborales de personas a las que no conocemos. Claro que pensamos que nuestros salarios son bajos, y tampoco vamos a ponernos con tonterías, bastante ajustados llegamos a fin de mes.
Se puede decir que todos los intervinientes de este sistema (el capitalismo) sacan un beneficio. El problema es que unos sacan pingües dividendos y viven como reyes o, al menos, viven cómodamente, y otros apenas consiguen lo suficiente para malvivir míseramente (no es necesario que pensemos en un agricultor africano, pensemos simplemente en un dependiente que cobra 700 euros). Y no cabe duda de que los controladores del capitalismo son los beneficiados de este sistema. Pero la inmensa mayoría de nosotros tampoco va a acabar ni quiere acabar con este sistema porque desea la riqueza del que tanto envidia, el Mercedes, el chalet, la ropa a medida, jugar al golf, etc.
Ese sinsentido tiene toda su lógica en el sentido económico. El sentido económico por el que si todos queremos tener las hortalizas frescas o las verduras frescas en el supermercado, habrá gente que trabaje por un salario mísero y hábitats naturales que se destruyan. El egoísmo parece inherente al hombre y mientras el egoísmo siga imperando, las cosas seguirán igual. ¿Queremos que todo siga igual? El hombre ha demostrado una inteligencia infinita, como hemos visto en los ejemplos. Es capaz de salvar los mayores obstáculos con tal de lograr su objetivo. En este caso, vender sus frutas y verduras. ¿Será capaz, seremos capaces (al menos, algún día) de sacudirnos nuestro egoísmo y establecer un sistema económico justo y acabar con todos los sinsentidos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario