domingo, 6 de abril de 2008

Mi apoyo a los bibliotecarios de Oviedo

Desde este humilde blog, quiero enviar mi apoyo y solidaridad a los bibliotecarios de la ciudad de Oviedo que, en breve, desgraciadamente, puede que se queden sin trabajo por una decisión del ayuntamiento de Oviedo que parece, a todos luces, incomprensible. Hace poco que me he enterado de la noticia de la que nos ha informado Guillermo Carjaval desde su blog "La brújula verde", y de la que se han hecho eco diversos blogs com Deakialli, El documentalista enredado, Mangas verdes, Index Murcia, etc., y la lista de distribución Iwetel.
Hay muchas cosas que no comprendo, pero hay dos elementos que destacan en el sinsentido que representa toda esta situación:

-La Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local (Ley 7/1985) establece en el art.26.1.b que los municipios con población superior a los 5000 habitantes deben prestar, entre otros servicios, el de biblioteca pública. Es decir, se entiende que la biblioteca pública es un servicio básico. Bajo mi modesto entender, es el espíritu de dicho artículo porque si no no se expresaría con esa meridiana claridad.

Siendo así, ¿cómo es posible que la Red Municipal de Bibliotecas de una ciudad tan importante (aunque debiera dar igual la mayor o menor relevancia del municipio) como Oviedo esté en manos de una subcontrata? Sinceramente, me parece subrealista. Más aún cuando se dice que se hace en aras de un mejor aprovechamiento de los recursos, o como también se dice a veces y parece que queda muy rimbombante: la optimización de recursos. ¿Por qué una empresa privada ha de ser más eficiente que la función pública, tratándose además de cuestiones concernientes a la cosa pública? Por muy extendido que esté el fenómeno de las subcontratas, quisiera que alguien me explicara en qué gana la sociedad en general, aparte de algunos particulares, que esos ya sabemos que sí que sacan tajada.

-También quisiera que alguien me explicara cómo pueden funcionar las bibliotecas sin bibliotecarios. Si como se dice, dentro de poco en Oviedo sólo habrá seis bibliotecarios para once bibliotecas, ¿cómo van a poderse atender éstas? No pregunto acerca del modo adecuado de atenderlas, si no cómo siquiera van a poder funcionar.

Si hay alguien que tenga respuesta a estas cuestiones, le agradecería mucho que me contestase.

En fin, como decía al principio, envío mi apoyo y solidaridad a los bibliotecarios de Oviedo, deseándoles que conserven sus puestos de trabajo (esperemos que el consistorio municipal reconsidere su reforma), tanto por el bien de los trabajadores como por el propio bien de la ciudadanía de Oviedo. La dignidad de la profesión bibliotecaria también saldrá ganando.

Un saludo cordial.

3 comentarios:

  1. Qué pena me da que a estas alturas sigamos así, vamos como siempre! Por supuesto doy mi apoyo a los bibliotecarios de Oviedo y les animo a que luchen por ellos y por su profesión, que es la mía, ya que parece que a algunos todavía no les entra en la cabeza lo que implica ser bibliotecario y lo imprescindible que podemos llegar a ser para esta sociedad ya parcialmente deshumanizada y mediatizada. Me ha recordado usted un pequeño texto que guardo con gratitud y que aunque es un poco largo para incluir aquí me gustaría que leyera, estimado ciudadano-bibliotecario:

    Yo bibliotecaria, ¿y tú?
    Para Emi y Mª Ángeles, bibliotecarias. Con todo mi cariño.
    No sé si me entienden. Quizás sólo pueda ser comprendida por la profesión. Lástima de
    falta de corporativismo.
    Es que no falla. En bautizos, bodas y comuniones. Cuando conoces gente encantadora y
    te preguntan por tu profesión. Entonces piensas. Ya. Otra vez. Y te equivocas una de
    cien.
    El otro día, sin ir más lejos. Fui a una fiesta de cumpleaños. Últimamente a mi pareja le
    da por ahí. ¿Me acompañas? Vale, chato. Pues fuimos. No conocía a nadie, pero eran
    geniales, divertidos, simpáticos. La chica que celebraba su cumpleaños era una
    peluquera, (ay, no) estilista encantadora. ¿Qué haces tú?, me preguntó en un aparte a la
    primera ocasión. Soy bibliotecaria. ¿Bibliotecaria? ¿Y qué haces? ¿Prestas libros?
    Pues mira sí. Pero no. Vamos, que hago más cosas. Vamos, que se me quedó una cara
    entre escéptica y congestionada. Que no sabía que decir. Porque estas preguntas dan pie
    a un montón de explicaciones. Bueno, no exactamente, no te vayas a creer. También
    hacemos otras cosas, promoción de la lectura y… ¿Promoción? Sí, vamos, animación,
    actividades de animación… ¡Ah! Que animas a que la gente lea, ¿no? Pues sí, pero
    también…
    Estás perdida. En un montón de excusas inútiles. Parece que quieres justificar tu trabajo,
    tu existencia, la razón de ser de todos los bibliotecarios del mundo. Qué agobio. Y no,
    no es eso. Lo que de veras anhelas es preguntar a tu vez. ¿Peluquera? ¿Y qué haces?
    ¿Peinas pelos?
    Estas mismas conversaciones las he sostenido-sufrido-padecido con profesores,
    albañiles, arquitectos, abogados, fontaneros, amas de casa y un largo etcétera. Será así.
    Que no entienden que la profesión se ha dignificado mucho. Que sí. Que ya tenemos
    carrera. Universitaria, de las otras, las que nos pegamos todos los días detrás del niño,
    del libro, del ordenador, ésas, ya las hacíamos sin necesidad de más estudios.
    Esto de los estudios universitarios tiene guasa. Hace tiempo tuve una conversación
    curiosa con un chico imberbe. De ésos que van a la Biblioteca a chatear. Que esta bien,
    no me vayan a malinterpretar. Pues con uno de ésos. ¿Ah? ¿Pero hay que saber algo
    para ser bibliotecaria?
    Sin comentarios.
    Permítanme que me ponga poética. Sólo un poco. Yo… qué voy a decir. Me gusta ser
    bibliotecaria. Bibliotecaria municipal. Bibliotecaria municipal rural. Soy la señorita
    suplente en las tardes en que los deberes agobian y el descubridor de los rayos X no
    aparece. Soy la que observa amores y desamores y guarda confidencias. Soy la que
    escucha cómo un examen ha salido mal o increíblemente bien. Soy la que recomienda
    una lectura, un disco, una película, para ese dolor del alma. O para ese momento
    dichoso. O para ese viaje. La que enseña a buscar una lista de aprobados mientras cruza
    los dedos para que el nombre esté. La que indaga, cual detective o ratón de biblioteca,
    ese dato que se resiste y es importante, vital. O curioso. O gracioso. Soy la que leo
    cuentos pensando en cómo voy a contarlos. Soy la que sonríe y dice qué bien lo haces,
    gracias, te apetece, tengo algo para ti. Permítanme. Sí, presto libros como quien receta
    medicinas para los dolores del cuerpo. ¿Y qué pasa?


    Un cordial saludo

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  2. Muy buen comentario, si señor, que pena que no aparezca en los periódicos esa reflexión sobre las subcontratas en servicios públicos.
    Un saludo

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  3. Hola Index, me alegra saber que no soy el único que cuestiona el papel de las subcontratas. Parece que los poderes públicos han hecho que nos acostumbremos a convivir con ellas y nos parezcan algo natural. Sin embargo, todavía quedamos ciudadan@s que pensamos que lo público puede ser tan eficiente o más que lo privado.

    Y como dice Alicia, ya es hora de que la profesión bibliotecaria sea tan reconocida como cualquier otro trabajo. Ya es momento de que se reconozca la dignidad de ser bibliotecari@.

    Gracias por tu comentario. Un saludo cordial.

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