Será que me hago mayor, pero desde hace tiempo observo con cierto estupor cuánto está cambiando el mundo a mi alrededor. Posiblemente, sólo ahora ha sido cuando me he puesto a reflexionar mínimamente sobre ciertos aspectos.
No cabe duda de que vivimos entre pantallas y cacharros digitales varios, yo como el que más (aunque a veces lucho inútilmente porque no sea así). Y la verdad no es algo de lo que me sienta especialmente orgulloso.
Ya no podemos estar “no disponibles” porque siempre habrá que tener el móvil encendido y un correo electrónico al que echar un vistazo, so pena de perder un trabajo o un cliente.
Y como posesos todos los días nos conectamos, aunque sólo sea unos minutos, para leer las noticias de los principales periódicos, ya sean de aquí y del otro lado del océano. Además es mucho más cómodo y barato que bajar al kiosko de toda la vida. Y claro, a la biblioteca también hay que ir andando.
Por no hablar de todas esas redes sociales, que no tengo el gusto de conocer por el momento, tierra prometida de todos aquellos internautas (comunidad en crecimiento constante) que en un momento determinado decidieron que el “mundo virtual” era mucho más satisfactorio que el mundo real, lleno de incomodidades y marrones.
Dentro de unos pocos años, gracias a proyectos como Google Books, podremos comprar y leer la mayoría de los libros en formato digital a través de los e-readers o de los ordenadores. Y los libros impresos se convertirán en especie a extinguir, del mismo modo que los catálogos impresos, debido a la “digitalización retrospectiva”. Estoy seguro de que la cuestión de los derechos de autor se solventará favorablemente para todas las partes implicadas, y los únicos que saldrán como perdedores serán los impresores.
En fin, las sociedades occidentales nos encaminamos hacia un mundo cada vez más insultantemente cómodo y aséptico, en el que disfrutar de la lectura de un libro o de un periódico impreso será una actitud nostálgica (o de lo más snob, vaya usted a saber). Este es el mundo que queremos, y aquí lo tenemos… Será que me hago mayor.
No cabe duda de que vivimos entre pantallas y cacharros digitales varios, yo como el que más (aunque a veces lucho inútilmente porque no sea así). Y la verdad no es algo de lo que me sienta especialmente orgulloso.
Ya no podemos estar “no disponibles” porque siempre habrá que tener el móvil encendido y un correo electrónico al que echar un vistazo, so pena de perder un trabajo o un cliente.
Y como posesos todos los días nos conectamos, aunque sólo sea unos minutos, para leer las noticias de los principales periódicos, ya sean de aquí y del otro lado del océano. Además es mucho más cómodo y barato que bajar al kiosko de toda la vida. Y claro, a la biblioteca también hay que ir andando.
Por no hablar de todas esas redes sociales, que no tengo el gusto de conocer por el momento, tierra prometida de todos aquellos internautas (comunidad en crecimiento constante) que en un momento determinado decidieron que el “mundo virtual” era mucho más satisfactorio que el mundo real, lleno de incomodidades y marrones.
Dentro de unos pocos años, gracias a proyectos como Google Books, podremos comprar y leer la mayoría de los libros en formato digital a través de los e-readers o de los ordenadores. Y los libros impresos se convertirán en especie a extinguir, del mismo modo que los catálogos impresos, debido a la “digitalización retrospectiva”. Estoy seguro de que la cuestión de los derechos de autor se solventará favorablemente para todas las partes implicadas, y los únicos que saldrán como perdedores serán los impresores.
En fin, las sociedades occidentales nos encaminamos hacia un mundo cada vez más insultantemente cómodo y aséptico, en el que disfrutar de la lectura de un libro o de un periódico impreso será una actitud nostálgica (o de lo más snob, vaya usted a saber). Este es el mundo que queremos, y aquí lo tenemos… Será que me hago mayor.
Una visión por cierto realista, y al mismo tiempo muy positiva para el entorno natural, y para las posibilidades culturales de los individuos.
ResponderEliminarHola Juan,
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. Es cierto que todos estos adelantos tecnológicos pueden depararnos un mundo menos contaminante y con mayores posibilidades culturales para todo el mundo.
Pero, personalmente, experimento, un "agotamiento tecnológico". A veces me gustaría no tocar un ordenador en mucho tiempo. Los nuevos avances tecnológicos ya me no impresionan como antaño.
Además, todo está imbuido de un carácter capitalista, también la cultura. Aunque cada vez tenemos más posibilidades culturales a través de las tecnologías de la información, al tener más, se aprecia menos el valor de lo que tenemos precisamente por la abundacia.
Lo que es seguro es que el mundo cambia a un ritmo rapidísimo y no queda más remedio que adaptarse, nos guste más o nos guste menos.
Un saludo cordial.