Desde hace unos años, las bibliotecas digitales están de moda. La atracción que despierta todo lo que se haya a través de Internet parece irrestible. Pero el cambio de formato no supone un cambio sustancial para los documentos.
Esta afirmación (que comparto) es la que defiende Jonathan Shaw (colaborador de Harvard Magazine). Actualmente, es cierto que las colecciones de libros parece que comienzan a verse como un ente incómodo en las bibliotecas universitarias y de investigación. Tiene lógica que, por ejemplo, los investigadores de ciencias aplicadas, que necesitan constantemente información actualizada, puedan ver las colecciones de libros con cierta animadversión. Ocupan mucho espacio y no poseen la facilidad de actualización de los documentos electrónicos.
Proyectos de digitalización como el de Google hacen que buena parte de la sociedad vea ya a las bibliotecas como almacenes de libros (otro importante sector las ve como salas de estudio o un lugar de eruditos). Como afirma Helen Shenton, la ex-jefa de la sección de conservación de la colección de la British Library, el futuro es digital. Los usuarios lo reclaman y las bibliotecas, poco a poco, se están transformando en ese sentido.
Pero la cuestión que nos plantea Jonathan Shaw es: ¿ser digital supone realmente un cambio tan radical para las bibliotecas? Veamos.
Sí, el formato cambia. Pero el contenido sigue siendo datos. En este sentido, Peter Bol (profesor de lenguas y civilización asiáticas) hace una interesante reflexión. En los campos de la botánica o de la zoología comparada, los investigadores necesitan ejemplos históricos de vida vegetal y animal. Por ello, crean colecciones y cooperan con otros investigadores e instituciones que también tienen colecciones. A éstas las podemos llamar museos, por ejemplo. Pero lo que son indiscutiblemente es un conjunto de datos. Si se estudia la historia de China, se necesitará el acceso a las fuentes primarias. En la física o la química, se necesita información constantemente actualizada porque el conocimiento generado en el pasado tiene poca relevancia para la investigación actual. De manera que dependiendo de nuestro ámbito científico, necesitaremos de los servicios de una biblioteca, de un museo o de un sitio web.
Pero, en todo caso, ¿quiénes tienen un mayor conocimiento científico para la organización a gran escala, la recolección y el acceso a la información? No cabe duda que los bibliotecarios. De manera que el futuro digital que ya tenemos entre nosotros, no es una amenaza. Lo que tiene que hacer la profesión bibliotecaria (que, de hecho, ya lo está haciendo) es cambiar su curriculum. Los bibliotecarios tienen que ser especialistas en la organización, el acceso y la preservación de la información en los múltiples medios de comunicación y formatos. Muy al contrario de lo que mucha gente pensaba, probablemente nunca antes se haya necesitado tanto a los bibliotecarios.
Esta afirmación (que comparto) es la que defiende Jonathan Shaw (colaborador de Harvard Magazine). Actualmente, es cierto que las colecciones de libros parece que comienzan a verse como un ente incómodo en las bibliotecas universitarias y de investigación. Tiene lógica que, por ejemplo, los investigadores de ciencias aplicadas, que necesitan constantemente información actualizada, puedan ver las colecciones de libros con cierta animadversión. Ocupan mucho espacio y no poseen la facilidad de actualización de los documentos electrónicos.
Proyectos de digitalización como el de Google hacen que buena parte de la sociedad vea ya a las bibliotecas como almacenes de libros (otro importante sector las ve como salas de estudio o un lugar de eruditos). Como afirma Helen Shenton, la ex-jefa de la sección de conservación de la colección de la British Library, el futuro es digital. Los usuarios lo reclaman y las bibliotecas, poco a poco, se están transformando en ese sentido.
Pero la cuestión que nos plantea Jonathan Shaw es: ¿ser digital supone realmente un cambio tan radical para las bibliotecas? Veamos.
Sí, el formato cambia. Pero el contenido sigue siendo datos. En este sentido, Peter Bol (profesor de lenguas y civilización asiáticas) hace una interesante reflexión. En los campos de la botánica o de la zoología comparada, los investigadores necesitan ejemplos históricos de vida vegetal y animal. Por ello, crean colecciones y cooperan con otros investigadores e instituciones que también tienen colecciones. A éstas las podemos llamar museos, por ejemplo. Pero lo que son indiscutiblemente es un conjunto de datos. Si se estudia la historia de China, se necesitará el acceso a las fuentes primarias. En la física o la química, se necesita información constantemente actualizada porque el conocimiento generado en el pasado tiene poca relevancia para la investigación actual. De manera que dependiendo de nuestro ámbito científico, necesitaremos de los servicios de una biblioteca, de un museo o de un sitio web.
Pero, en todo caso, ¿quiénes tienen un mayor conocimiento científico para la organización a gran escala, la recolección y el acceso a la información? No cabe duda que los bibliotecarios. De manera que el futuro digital que ya tenemos entre nosotros, no es una amenaza. Lo que tiene que hacer la profesión bibliotecaria (que, de hecho, ya lo está haciendo) es cambiar su curriculum. Los bibliotecarios tienen que ser especialistas en la organización, el acceso y la preservación de la información en los múltiples medios de comunicación y formatos. Muy al contrario de lo que mucha gente pensaba, probablemente nunca antes se haya necesitado tanto a los bibliotecarios.
Nota: este post es un resumen-comentario del artículo original de Jonathan Shaw, publicado en Harvard Magazine en mayo de este año.
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