Hace unos días, he “capturado” un amplio artículo de The New York Times referido a un tema que también ha llegado al ámbito europeo, si bien no ha tenido demasiado eco mediático. Se trata de la neutralidad de la red. De primeras, podría parecer que se refiere al papel censor o no de la web. Pero tiene que ver con algo mucho más prosaico. O esencial, dependiendo del punto de vista que se vea.
Me refiero al volumen de tráfico que puede soportar la red de banda ancha. Hasta la fecha, los operadores de telecomunicaciones habían creado la expectativa a los usuarios de que podrían conectarse y descargar cuanto quisieran para atraer a más clientes. Daba igual que te conectases mucho o poco, pagarías lo mismo.
Pero se ha llegado a una situación en que la infraestructura de banda ancha puede soportar el actual nivel de tráfico con muchas dificultades. De manera que el uso de la red de algunos usuarios compromete la velocidad de la red para el resto de usuarios.
Un ejemplo de ello es lo que sucedió el año pasado en Estados Unidos: la operadora de cable Comcast bloqueó el servicio a los usuarios de BitTorrent, uno de los grandes generadores de tráfico de banda ancha. La Comisión Federal de Comunicaciones ordenó a Comcast detener el bloqueo. Comcast impugnó el fallo y, finalmente, un tribunal de apelación de Washington atajó la cuestión afirmando que la Comisión Federal de Comunicaciones no podía decir a Comcast cómo tiene que administrar su red.
La “neutralidad de la red” es un tema candente de la actualidad. Tanto es así que Neelie Kroes (Comisaria de Telecomunicaciones de la UE) tiene previsto celebrar una consulta pública sobre este tema este verano. Y se posicionaba advirtiendo a los operadores que no pueden retardar los servicios de voz por Internet como Skype.
Los operadores están preocupados con este panorama, porque temen que un mandato legal les obligue a observar las normas de neutralidad de la red. Creen que haría menos atractiva la industria de la banda ancha de alta velocidad, lo que podría limitar a su vez la inversión futura y la mejora de las redes.
El problema de la congestión es mucho más grave para los móviles, ya que la capacidad de la banda ancha móvil está limitada por la capacidad de las estaciones instaladas. Y, desde luego, cuanto más usuarios por estación, el rendimiento por usuario se reduce significativamente.
De hecho, se puede decir que los operadores no respetan esa “neutralidad” al utilizar técnicas como el “traffic shapping” (que ordena el tráfico para asegurar el servicio para todos) o el “throttling” (que aplica un freno general a los grandes flujos de datos), con el objeto de evitar los cuellos de botella.
Un ejemplo concreto de prácticas para aliviar la congestión del tráfico en la red es el de Vodafone, que alerta a sus clientes cuando exceden los límites de descarga de sus servicios contratados.
Mucho más revuelo está creando la iniciativa que están proponiendo algunos dirigentes como César Alierta (presidente de Telefónica) y Vittorio Colao (jefe ejecutivo de Vodafone), que es no cobrar sólo a los usuarios que generan mucho tráfico de datos, sino también a los sitios web como Google, Amazon o Facebook. A cambio, a estas páginas se les garantizaría un servicio más rápido.
Dichas empresas como Google se oponen a esas medidas, ya que afectaría a la economía de Internet y obligaría a los proveedores de contenido a cobrar un peaje a los usuarios.
Pero las operadoras afirman que si sigue la situación actual el negocio dejaría de ser rentable.
Por lo que nos afecta más directamente a los usuarios, estas reclamaciones de las operadoras indican el principio del fin de un tipo de negocio, el servicio único de conexión a Internet para todos. Lo que las empresas de telecomunicaciones nos ofrecerán dentro de poco (al menos tiene toda la pinta) es un servicio diferenciado, como el que ofrecen los bancos o las empresas de transporte. Habrá un servicio básico para todos a partir del cual a mayor precio, mejores servicio. En este caso, mayor velocidad de conexión.
Como se puede observar, no se trata de una cuestión baladí, ya que el mayor proveedor de información, con diferencia, es la red. Y estoy casi seguro de que nos va a tocar pagar más. Ojalá me equivoque.
Nota1: este post es un comentario-resumen del artículo original publicado en The New York Times el 2 de mayo, escrito por Kevin J. O´Brien.
Nota2: podéis encontrar información complementaria en el artículo de El País, publicado el 13 de abril.
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