Existen pocas figuras en la historia de la humanidad que hayan sido tan influyentes y decisivas como la de Jesucristo. Eso es indudable. Del mismo modo, es incuestionable (excepto para los fanáticos) que su imagen ha sido distorsionada completamente por la Iglesia cristiana durante siglos (en sus diferentes variantes, pero sobre todo por la Iglesia Católica). Dicha distorsión ha llegado hasta el punto de la creación de un mito y su posterior transformación en “verdad histórica”. Y cualquier vacilación sobre alguno de los aspectos de la realidad de Jesucristo ha sido tratado por la jerarquía eclesiástica como herejía.
Lo más penoso es que esta actitud irrespetuosa hacia el libre pensamiento sigue plenamente presente en la Iglesia Católica, así como en otras religiones. Personalmente, creo que es muy saludable que se distinga con transparencia al “Jesús histórico” del “Jesús religioso”. El hecho religioso debe ser respetado, ya que es algo que surge de lo más profundo del sentir humano. Pero, de la misma manera, cada persona ha de poder creer lo que libremente quiera en conciencia y poder expresar libremente sus ideas al respecto.
Puede parecer que esté diciendo una obviedad. Sin embargo, un solo vistazo a lo que sucede actualmente en el mundo, convierte esa obviedad en un enorme y frágil castillo de arena.
El libro que aquí comento tiene ya alrededor de treinta años. En cambio, tanto por su temática como por su contenido, considero que sigue teniendo vigencia, aunque se hayan realizado avances en la investigación histórica.
Por otro lado, creo conveniente señalar que, si la materia en sí ya es complicada, la confusa estructura del libro en algunos momentos hace menos sencilla su comprensión. Voy a tratar de ser lo más claro posible en este comentario-resumen.
En su introducción, el autor hace una serie de consideraciones socio-religiosos. Como afirma, en los países más desarrollados, desde hace mucho tiempo, las macrosociedades religiosas se han desintegrado. Y se han formado grupos más pequeños y sencillos que niegan muchos de los dogmas del cristianismo (en el caso de esta religión). La razón va venciendo lentamente a la fe. O, mejor dicho, con el paso del tiempo se va reconociendo la compatibilidad de razón y fe.
Prosigue con una reflexión, en mi opinión, bastante descabellada, basada en las creencias e intuiciones del propio autor. Piensa que las sociedades cristianas han contradicho todos los valores que predicaba Cristo (hasta aquí, completamente cierto). A continuación dice que la sociedad contemporánea occidental es como es porque todo lo que dice el cristianismo es falso. Esto sí que creo que no tiene sentido alguno.
Pasando ya directamente al tema del libro, Beynon muestra claramente desde las primeras páginas su alejamiento de las creencias cristianas, poniendo en duda reiteradamente la misma existencia de Jesucristo.
-El autor se remonta a los orígenes del pueblo judío. Habla de sus numerosas “infidelidades” (tendencia al politeísmo y al culto a dioses extranjeros) a Yahvé, que contravenían sus leyes. ¿Cómo los judíos hacían tal cosa? La respuesta es sencilla y muy lógica: en el momento de esas “infidelidades”, los libros jurídicos no se habían escrito, se realizaron muy posteriormente (un ejemplo entre muchos de reescritura de la historia). Lo que sí había era una ley no escrita que administraba la clase sacerdotal, los levitas. Si su influencia sobre el rey era mayor que la del pueblo, llegaban las purgas y los anatemas de los “profetas”.
Todo parece reducirse a una lucha de poder, en las que los levitas acaban venciendo al tomar la tutoría del rey Josías. En su reinado, se “descubre” el Libro de la Ley escrito, el Pentateuco (no fue Moisés quien lo escribió).
Se hace una breve relación histórica de los esenios y de los zelotas, los primeros pacíficos, los segundos revolucionarios armados, y ambos puristas de la fe. Los dos grupos creen que en la venida de dos Mesías: uno temporal (proveniente de la Casa de David) y otro de poder espiritual (descendiente de Leví).
Realmente es acertado retrotraerse al pasado remoto del pueblo hebreo. Por ejemplo, es el modo de comprender por qué se puso tanto empeño en que Jesús naciese en Belén.
-Se cuestiona severamente la calidad canónica de los textos del Antiguo Testamento (A.T.) y del Nuevo Testamento (N.T.), seleccionados por los concilios cristianos de finales del siglo IV (cuidándose de eliminar todas las posibles contradicciones) y ratificados en el Concilio de Trento (1546). Como expresa Beynon, sólo alguien infalible es capaz de afirmar qué texto es revelado por Dios y cuál no. Ese alguien es el Papa, que recibe su infalibilidad de los apóstoles (que juraron su protección por el Espíritu Santo).
-Como ya se intuye en la lectura del N.T., Juan Bautista (que heredó el sacerdocio de su padre Zacarías), se creó entre los esenios, secta a la que pertenecía.
-Se revela como muy importante el personaje histórico de Quirino, cónsul de Siria en 6-7 d.C., en cuyo gobierno se realizó el censo de empadronamiento que obligó a la Sagrada Familia a desplazarse de Nazaret a Belén, donde nació Jesús.
-Destaca la vinculación que el autor hace entre Judá de Gamala y María, dando lugar a Jesús el Galileo (¿?).
Asimismo se plantean inmensas dudas sobre el parto de María: cuándo fue, y cómo ella y José atravesaron medio Israel para acudir al censo.
Todo ello hace dudar a Beynon sobre la existencia de Jesús.
Puede parecer que esté diciendo una obviedad. Sin embargo, un solo vistazo a lo que sucede actualmente en el mundo, convierte esa obviedad en un enorme y frágil castillo de arena.
El libro que aquí comento tiene ya alrededor de treinta años. En cambio, tanto por su temática como por su contenido, considero que sigue teniendo vigencia, aunque se hayan realizado avances en la investigación histórica.
Por otro lado, creo conveniente señalar que, si la materia en sí ya es complicada, la confusa estructura del libro en algunos momentos hace menos sencilla su comprensión. Voy a tratar de ser lo más claro posible en este comentario-resumen.
En su introducción, el autor hace una serie de consideraciones socio-religiosos. Como afirma, en los países más desarrollados, desde hace mucho tiempo, las macrosociedades religiosas se han desintegrado. Y se han formado grupos más pequeños y sencillos que niegan muchos de los dogmas del cristianismo (en el caso de esta religión). La razón va venciendo lentamente a la fe. O, mejor dicho, con el paso del tiempo se va reconociendo la compatibilidad de razón y fe.
Prosigue con una reflexión, en mi opinión, bastante descabellada, basada en las creencias e intuiciones del propio autor. Piensa que las sociedades cristianas han contradicho todos los valores que predicaba Cristo (hasta aquí, completamente cierto). A continuación dice que la sociedad contemporánea occidental es como es porque todo lo que dice el cristianismo es falso. Esto sí que creo que no tiene sentido alguno.
Pasando ya directamente al tema del libro, Beynon muestra claramente desde las primeras páginas su alejamiento de las creencias cristianas, poniendo en duda reiteradamente la misma existencia de Jesucristo.
-El autor se remonta a los orígenes del pueblo judío. Habla de sus numerosas “infidelidades” (tendencia al politeísmo y al culto a dioses extranjeros) a Yahvé, que contravenían sus leyes. ¿Cómo los judíos hacían tal cosa? La respuesta es sencilla y muy lógica: en el momento de esas “infidelidades”, los libros jurídicos no se habían escrito, se realizaron muy posteriormente (un ejemplo entre muchos de reescritura de la historia). Lo que sí había era una ley no escrita que administraba la clase sacerdotal, los levitas. Si su influencia sobre el rey era mayor que la del pueblo, llegaban las purgas y los anatemas de los “profetas”.
Todo parece reducirse a una lucha de poder, en las que los levitas acaban venciendo al tomar la tutoría del rey Josías. En su reinado, se “descubre” el Libro de la Ley escrito, el Pentateuco (no fue Moisés quien lo escribió).
Se hace una breve relación histórica de los esenios y de los zelotas, los primeros pacíficos, los segundos revolucionarios armados, y ambos puristas de la fe. Los dos grupos creen que en la venida de dos Mesías: uno temporal (proveniente de la Casa de David) y otro de poder espiritual (descendiente de Leví).
Realmente es acertado retrotraerse al pasado remoto del pueblo hebreo. Por ejemplo, es el modo de comprender por qué se puso tanto empeño en que Jesús naciese en Belén.
-Se cuestiona severamente la calidad canónica de los textos del Antiguo Testamento (A.T.) y del Nuevo Testamento (N.T.), seleccionados por los concilios cristianos de finales del siglo IV (cuidándose de eliminar todas las posibles contradicciones) y ratificados en el Concilio de Trento (1546). Como expresa Beynon, sólo alguien infalible es capaz de afirmar qué texto es revelado por Dios y cuál no. Ese alguien es el Papa, que recibe su infalibilidad de los apóstoles (que juraron su protección por el Espíritu Santo).
-Como ya se intuye en la lectura del N.T., Juan Bautista (que heredó el sacerdocio de su padre Zacarías), se creó entre los esenios, secta a la que pertenecía.
-Se revela como muy importante el personaje histórico de Quirino, cónsul de Siria en 6-7 d.C., en cuyo gobierno se realizó el censo de empadronamiento que obligó a la Sagrada Familia a desplazarse de Nazaret a Belén, donde nació Jesús.
-Destaca la vinculación que el autor hace entre Judá de Gamala y María, dando lugar a Jesús el Galileo (¿?).
Asimismo se plantean inmensas dudas sobre el parto de María: cuándo fue, y cómo ella y José atravesaron medio Israel para acudir al censo.
Todo ello hace dudar a Beynon sobre la existencia de Jesús.
Nota1: este artículo está dividido en varias partes.
Hola suricato!
ResponderEliminarhe podido leer tu resumen del libro y aunque pienso que el contenido es bueno, no lo es la manera de enlazar las ideas.
No obstante recalco en en general las 4 entradas me han parecido buenas.
Ya hablaremos tu y yo sobre como hilar temas....
Un besazo
Firmado
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